“EL CHOTACABRAS” de Manuel Enrique Rey. Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

DR. MANUEL ENRIQUE REY SANMIGUEL Y SRA. YOLANDA MACÍAS MORALES.

Dicen que un buen libro es aquel que se abre con interés y se cierra con provecho. De la inquieta pluma del doctor Manuel Enrique Rey Sanmiguel, ingeniero químico de la Universidad Nacional de Colombia y Miembro Correspondiente de la Academia de Historia de Santander, emergió El chotacabras, libro que, precisamente, he leído con interés (entre otras razones porque fue su propio autor quien tuvo la deferencia de obsequiármelo en su casa y nada más interesante hay para mí que lo que escriben mis amigos) y que he cerrado con el provecho de saber, entre otras cosas, qué carajos es el chotacabras (ya que de eso no tenía ni idea), o que Albert Einstein terminó enviando a su chofer para que dictara las conferencias pues ya se las sabía de memoria, o que a santa Rosa de Lima se le atribuye el sitial de haber sido no solo la primera santa que dio América Latina, sino además haber sido la fundadora y directora de la única orquesta de zancudos que ha habido en el mundo, a la cual el autor denomina “zanquesta“.

Manuel Enrique hace un recorrido no lineal por la historia de la humanidad a partir de la metáfora de la arcilla. Según esa concepción, el género humano es un conjunto de ollas, que van desde las más acabadas y preciosas hasta las más defectuosas, y las manos del Creador son como las de un gran alfarero.

El escritor inicia su libro con el episodio del arca de Noé y a lo largo de sus páginas nos habla de la revolución copernicana, de Palestrina el compositor enamorado, de Ziriab el músico mirlo de Bagdag, de Tutankamón y la máscara de oro bruñido, de Caín “el primero en quebrar una olla”, de Darwin y su vecino Fisrey, de Robert Malthus y la familia famélica, de Urbano II el primer invasor occidental, de Pío VI, de Lewis H. Morgan, de Ludwig Boltzman el defensor de Dios, de Martín Lutero y Julio II, de Jesús “el único que no nació por fisión“, de Isacc Newton el capturador de los rayos solares, del genoma humano y de ciertos reyes genéticamente degenerados, de la evolución que tuvo el idioma castellano, de los orígenes de la guitarra, de la genealogía del tiple, de Tita y el concepto numérico, de los judíos y el mestizaje americano, de la legendaria figura del Sátiro, de los castratti -aquellos niños de voces agudas privilegiadas para el canto y que eran castrados para supuestamente mantenerles esa cualidad artística y evitar que a los coros ingresaran mujeres-, y, por supuesto, de la leyenda del chotacabras y su relación con el nacimiento de la alfarería.

Próximamente, estaremos publicando los capítulos correspondientes a la “zanquesta” de santa Rosa de Lima y a la leyenda del chotacabras.

Felicitamos al doctor Rey Sanmiguel por su obra y, en general, por su incansable trabajo a favor de la cultura. Pero, más especialmente, le reiteramos nuestros agradecimientos por el gentil obsequio de su libro y por ser un amigo de tantos quilates.

 

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