El parque de la 93, el “paseo millonario” y la responsabilidad del Estado en el control de los taxis en Bogotá. INFORME ESPECIAL. (Entrada publicada originalmente el 29 de febrero de 2012).

TAXI DENTRO DEL CUAL FUE APUÑALADO EL JOVEN AGENTE DE LA DEA JAMES TERRY WATSON EN EL PARQUE DE LA 93 DE BOGOTÁ. LA VÍCTIMA ACABABA DE SALIR DE UN RESTAURANTE DEL SECTOR Y HABÍA ABORDADO EL TAXI. ERAN LAS 11 DE LA NOCHE.

JAMES TERRY WATSON Y SUS ASESINOS. EN EL HECHO PARTICIPARON DOS TAXIS UBICADOS UNO ADELANTE Y OTRO ATRÁS. DEL TAXI DE ATRÁS SE BAJARON DOS DE LOS CRIMINALES. EL AGENTE DE LA DEA SE ENCONTRABA DENTRO DEL TAXI DE ADELANTE COMO PASAJERO.

NOTA DEL PORTAL: En este país todo es predecible y, de hecho, todo se predice. Si finalmente las tragedias y desdichas ocurren, es porque el Estado ignora las alertas tempranas. Si ante ellas reaccionara oportuna y decididamente, las cosas no sucederían. Al menos no sucederían en las circunstancias de modo, tiempo y lugar en que acontecen. Así ha quedado plenamente demostrado con el cobarde asesinato del agente de la DEA James Terry Watson, de 35 años de edad, en el parque de la 93 de Bogotá, un lugar que ya había sido señalado, de manera pública y reiterada, como epicentro de la modalidad delictiva denominada “paseo millonario”, la misma de la cual pretendía hacerse víctima al ciudadano estadounidense. Para no ir tan lejos, el 29 de febrero de 2012, un año y cuatro meses atrás, nuestro portal publicó el informe especial que hoy reproducimos como prueba fehaciente de lo aquí afirmado. Increíblemente, el mismo parque de la 93 continúa siendo lo que era casi año y medio antes; el ciudadano norteamericano fue captado por las cámaras de seguridad instaladas en el sector cuando corría tratando de atravesar el parque para huir de sus victimarios, mientras los dos taxis involucrados en la acción se alejaban del lugar.
El caso del agente de la DEA tiene que servir para que, por fin, el Estado -garante de la vida y de la integridad física de los colombianos – intervenga, de manera drástica y decidida, en el servicio público de taxis, no solo en Bogotá, sino en todas las ciudades del país, estableciendo un riguroso censo de propietarios, empresas y conductores, así como una severa revisión de los horarios que estos cumplen, de las modalidades que reviste su contratación, de la forma como se verifican sus antecedentes y, en fin, de los medios de control que garantizan el que cuando una persona aborde un taxi, no solo en Bogotá, sino también en Bucaramanga o en cualquier ciudad de Colombia, pueda tener la plena confianza en que su chofer será una persona de bien y no un hampón.
La comunidad debe pronunciarse para obligar al Estado a que actúe. Tomar un taxi es algo que cualquiera de nosotros puede hacer en el momento menos pensado. ¿Cómo saber que justamente el taxi que abordamos nos llevará a nuestro destino y no a la muerte? Es obligación del Estado depurar ese gremio y asegurarse de que a él pertenezcan únicamente personas honorables. Así era antes. Así tiene que volver a ser. Debemos tener consciencia de que en este momento TODOS estamos en peligro.
A continuación repetimos la entrada que se publicó el 29 de febrero de 2012.

PARQUE DE LA 93. BOGOTÁ.

“Guillermo Galvis, de 61 años de edad, vendedor de automóviles, tomó un taxi en el parque de la 93 de Bogotá.

El ciudadano ruso Vitaly Shubinsky, de 36, hizo lo mismo: cogió un taxi en el parque de la 93 de Bogotá.

Un joven, a quien El Tiempo decidió bautizar como “Felipe” (en lugar de anotar, elegantemente, como se hacía en el periodismo literario de antes, que se omitía su nombre a solicitud del entrevistado), igualmente abordó un taxi en el mismo parque de la 93.

Pues bien: los tres fueron víctimas del llamado “paseo millonario”.

En el caso de Guillermo Galvis, un sujeto armado se hallaba escondido en la silla del pasajero de adelante, ese que denominan dizque “copiloto”, silla que se encontraba abatida sobre el tablero.

Lo mismo le sucedió a aquel Felipe que no es Felipe:

“El taxi lo cogí en Puerta Grande, en el parque de la 93. Recuerdo que abordé al taxista con amabilidad y le sugerí una ruta para que me llevara a casa. De un momento a otro, subió por la calle 92, que estaba muy solitaria, al contrario de lo que le había solicitado. Sin aviso, salió del puesto del copiloto un tipo con una pistola. Me apuntaba y me decía que me iba a matar. Yo lo pateé en la cara e intenté abrir la puerta, pero tenía seguro de niños.

Luego tuve que soportar que el copiloto, sentado a mi lado, me apuntara durante casi una hora con su pistola. Me robaron el BlackBerry y la billetera, y todo el tiempo me pedían las claves de mis tarjetas. Permanentemente me gritaban que me iban a matar.

El conductor no se quedaba atrás. Me gritaba que me merecía un tiro rápido y me quitó una chaqueta que me había regalado mi hermano. En ese momento pensé en mis papás, en mi hermano; pensé que ellos eran los que iban a sufrir si a mí me pasaba algo. Por eso empecé a colaborar con los delincuentes. Después de casi una hora de rogarles a los tipos para que no me mataran, logré que el ‘paseo’ no terminara en tragedia. Me dejaron botado en el sur de Bogotá y salí corriendo. Ahora con mi trabajo y mis ahorros pagaré por su oficio. Pero, en medio de todo, agradezco que no me secuestraran, pegaran, emburundangaran, chuzaran o mataran. Ahora le aconsejo a la gente que cuando tome un taxi verifique que no haya alguien agachado adelante”. (EL TIEMPO, 25 de febrero de 2012).

PARQUE DE LA 93. BOGOTÁ.

Esa espeluznante y angustiosa coincidencia no es, sin embargo, lo que más resulta molesto. Es que sucedió que una mañana, de esas en las que la W entrevista a personajes que se explayan hablando largo rato -casi siempre de política-, un oyente llamó y denunció que a él le habían hecho el “paseo millonario” el día anterior luego de tomar un taxi en el parque de la 93.  El oyente precisó que un delincuente estaba escondido en la silla del mal llamado copiloto, silla que el chofer mantenía abatida sobre el tablero en los momentos en que él se había subido al vehículo.  Infortunadamente, los periodistas de la W, más interesados en hacer entrevistas kilométricas a los mismos políticos de siempre, no le formularon ninguna pregunta, no ahondaron en los detalles del gravísimo hecho criminal (que, claro, en un país donde suceden tantas atrocidades, ya no conmueve a nadie), y la valiosa denuncia pública quedó trunca.

Lo lamentable es que el no haber armado, de una vez, un escándalo nacional, con entrevista al Director General de la Policía Nacional de Colombia, al Presidente del Congreso de Colombia pidiéndole explicaciones sobre la alcahueta legislación penal colombiana y las figuras procesales mal copiadas de Norteamérica que convirtieron nuestro derecho procesal penal en un sainete de negociaciones; al Alcalde Mayor de Bogotá, para exigirle concreciones acerca de los controles que se tienen sobre el personal de taxistas que ejercen ese oficio en Bogotá, y, en fin, a los funcionarios que, directa o indirectamente, deben aclararle a Colombia qué está sucediendo con este vital servicio público, por qué tanto atraco, por qué tanto delincuente al volante, con qué criterios se está seleccionando al personal de taxistas, etcétera, lo cual hubiera servido para forzar al despliegue de operativos y a la adopción de una política criminal seria en este tópico, se desperdició tan preciosa oportunidad, se silenció al oyente cortándole de un tajo la comunicación telefónica, y fue poco después cuando el ciudadano ruso Vitaly Shubinsky necesitó un taxi y tomó uno en el mismo parque de la 93.

PARQUE DE LA 93. BOGOTÁ (COLOMBIA)

Sólo que esta vez, a diferencia de aquel Felipe que no es Felipe, y del oyente de la W cuyo caso no despertó interés en Julio Sánchez Cristo, ni en Alberto Casas Santamaría, ni en nadie, el señor Shubinsky fue asesinado de tres tiros dentro del taxi y con su trágica muerte terminó esta vez el denominado “paseo millonario”.

Como dijimos al comienzo, también Guillermo Galvis cogió un taxi en el parque de la 93.

Pues bien: también a él, al igual que al ciudadano ruso, lo sometieron al “paseo millonario”.

E, infortunadamente, también a él lo asesinaron a tiros los atracadores. El señor Galvis murió en una clínica bogotana.

¿Qué nos espera a futuro? ¿En qué va a parar esto de los “paseos millonarios”? ¿Cuál es la actitud de la red bancaria, que es la verdadera creadora del riesgo?

En primer lugar, está en mora -pero bastante en mora- el Estado colombiano en asumir este peligroso fenómeno criminal con mayor decisión y coherencia. Es decir, actuando como un verdadero Estado, vale decir, como la conjugación de un poder ejecutivo, de un poder legislativo y de un poder judicial.

Porque nada sacamos con que la policía capture a los bandidos, si después un juez, en ocasiones impulsado por su propia laxitud, pero casi siempre acorralado por leyes alcahuetas, los suelta.  Los suelta, como se hizo con el hampón que se llevó de “paseo millonario” a la presentadora de televisión Carolina Cruz, según relata EL ESPECTADOR en su edición del 15 de septiembre de 2011 al dar la noticia de que el peligroso antisocial acababa de ser condenado. Condenado, luego de una segunda captura, pues su primera captura terminó en que lo dejaron libre.  Narra EL ESPECTADOR (15 de septiembre de 2011):

“Por los delitos de secuestro extorsivo y hurto fue condenado a 44 años y seis meses de prisión José Fabio Cano, señalado de ser el autor de varios ‘paseos millonarios’ en Bogotá, entre ellos a la reconocida presentadora Carolina Cruz a mediados de 2007.
Cano, quien según la Fiscalía es considerado “el rey del paseo millonario” fue capturado en enero de 2008, sin embargo su detención fue declarada ilegal, pese a ser uno de los 20 hombres más buscados en la capital de la República.
En febrero de 2009, fue recapturado en flagrancia y puesto a disposición de la justicia. En el juicio se comprobó que era el autor de cientos de robos a través del llamado “paseo millonario” en compañía de otros tres hombres.
El condenado pagará su pena en la cárcel Modelo de Bogotá”.

Las preguntas que surgen de todo esto son varias y todas muy importantes. Pero, por lo pronto, dejemos la siguiente:

¿Qué se exige hoy en día para ser taxista en Colombia?”.

(Hasta aquí la entrada publicada el 29 de febrero de 2012).

A continuación, dando clic izquierdo encima del enlace, podrán observar los momentos precisos en que es asesinado el pasajero de taxi que resultó ser un joven agente de la DEA:

http://canalrcnmsn.com/noticias/imágenes_del_asesinato_del_agente_de_la_dea_en_bogotá

 

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