LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONFIRIÓ A ALEJANDRA ESTEFANÍA GÓMEZ BLACKBURN EL TÍTULO DE PSICÓLOGA. Por Óscar Humberto Gómez Gómez

En ceremonia llevada a cabo el día de ayer en el Auditorio Juan Pablo II de esa alma mater, la Escuela de Psicología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) Seccional Bucaramanga le otorgó el título profesional de Psicóloga a la joven santandereana Alejandra Estefanía Gómez Blackburn.

 

 

Alejandra abordó su vida universitaria con aquella aplicación que caracteriza a los alumnos que se toman en serio sus estudios porque saben que con ellos están construyendo nada menos que su futuro y, de paso, contribuyendo a construir el de la sociedad a la que pertenecen.

 

 

 

Alejandra Estefanía nació en Bucaramanga. Ello significa que, para su inmenso orgullo, es santandereana.

El serlo, por supuesto, no es gratuito. Eso trae consigo una actitud frente a la vida. En su caso, una actitud frente a las adversidades que, inevitablemente, nos depara el existir.  Eso que la Psicología llama resiliencia.

Cuando nos hizo saber que había escogido hacer su práctica en el Hospital Universitario de Santander en el área de los enfermos terminales, reaccionamos con la clásica respuesta de los padres, siempre procurando proteger a sus hijos del encuentro con las durezas de la vida, y tratamos de convencerla para que optara por otra alternativa menos difícil y traumática.  Pero ella persistió en su decisión y fue allí donde la hizo.

 

 

Prácticamente todas las personas a quienes conoció como pacientes -incluidos varios niños- finalmente murieron. Ella estuvo presente en aquellos momentos de tribulación y debió asumir su papel de soporte anímico cuando se desató aquel turbión de desesperanza.

El drama más difícil fue el de los niños con cáncer. Niños que, sin embargo, dieron un ejemplo de entereza, como lo dio aquel que, en medio de su desoladora realidad, dibujaba preciosos paisajes con sus escasos elementos de pintura, dibujos que dejó como su único legado, como el único recuerdo que pudo regalarle al mundo, este mundo incomprensible que por tan poco tiempo lo acogió, hasta el día cualquiera en el que abandonó sus penalidades y miserias, y su espíritu -atrapado hasta ese momento en un cuerpo diezmado por la enfermedad incurable- partió hacia los entornos, seguramente más amables, de lo insondable y lo eterno.

 

 

Alejandra cuestionó que para aquella gente, pobre, solitaria y sin porvenir, ya a las puertas de la muerte, no se ofreciera un ambiente más amable, más alegre, al menos la elemental comodidad de un televisor, o cuando menos unas revistas, o quizás un equipo de sonido para que la música de su predilección, y no el silencio taciturno, les diera el último adiós. Reprochó, en fin, que en pleno siglo XXI hubiera unos seres humanos condenados a permanecer los últimos días de sus vidas acostados en una cama no más esperando el momento de su fallecimiento. Planteó la urgente necesidad de reformar el hospital, de imprimirle humanidad y alegría, de pintarlo de colores, de insuflarle la vitalidad de la música, de que hagan presencia allí artistas y personas que lleven esparcimiento y esperanza.

Todo ese haz de experiencias dolorosas, de anécdotas tristes y de vivencias dramáticas la enriquecieron como Psicóloga.

 

 

También adelantó Alejandra Estefanía prácticas en dos importantes colegios de nuestra tierra donde conoció de cerca realidades humanas como la de que todavía, a estas alturas de la vida, hay niñas que son golpeadas con fuete por perder una materia, estudiantes que deben caminar largos kilómetros desde su casa hasta el colegio, al que arriban empapados de sudor y diezmados por la fatiga, y muchachos que a las 10 u 11 de la mañana no han desayunado ni tienen con qué comprarse alguna merienda para comer durante el recreo.  A pesar de ello, también observó cómo jóvenes inmersos en tanta adversidad exhiben una actitud positiva que ya se quisiera ver en muchos jóvenes que todo lo tienen y aun así no hacen lo posible siquiera por rendir académicamente o por adelantar, de manera responsable, las actividades propias de la vida estudiantil.

Relación entre la Inteligencia Emocional y el rendimiento académico” fue el título de su trabajo de grado. Sorprendió gratamente la seguridad de sus planteamientos alrededor de ese tema, importante y actual, una nueva concepción de la inteligencia que se gestó a partir de la evidencia manifiesta de que no siempre los alumnos más aventajados eran los más exitosos en la vida, porque para afrontar sus vicisitudes más que el alto coeficiente intelectual pareciera requerirse un alto coeficiente emocional, un haz de cualidades personales como, por ejemplo, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, adivinar con facilidad cuándo el otro está triste, angustiado o sumido en las arideces del desencanto, levantarse después de haber caído o controlar emociones primarias y probadamente inconvenientes como la ira.

 

 

Alejandra iniciará sus estudios de posgrado. Se especializará en Psicología Clínica. Después, iniciará su vida profesional. Tenemos la certeza de que la misma será exitosa. Ella sabe que el éxito no se mide por la acumulación de dinero, ni por vivir en determinado sitio, ni por tener una casa con determinadas características, ni por pertenecer a un exclusivo club social, sino por la mayor o menor aproximación que uno alcance en la vida a la condición, elemental y simple, de ser feliz.

Por eso sabemos que será una magnífica psicóloga clínica. Porque, en últimas, Alejandra estudió Psicología con alegría y con la única motivación de aprender para poner los conocimientos aprendidos al servicio de los demás, y todo lo que se hace con alegría y con una finalidad tan noble termina, inexorablemente, dándonos el éxito.

 

 

 

Nuestras mejores y más sinceras felicitaciones, Alejandra. Muchos éxitos académicos en la especialización que vas a emprender.

Y, desde luego, toda nuestra gratitud —con la venia de Psique, diosa de la Psicología— a nuestro Supremo Hacedor, dador universal de la vida, por el inmenso honor que nos deparó al darnos la irrepetible oportunidad de conocerte.

 

______________

ILUSTRACIONES: (1) Alejandra Estefanía. Fotografía en blanco y negro de Fernando Rueda Villamizar, su tío.

(2) Eros y Psique. Psi, letra griega, símbolo de la Psicología.

(3) Universidad Pontificia Bolivariana, Seccional Bucaramanga. Fotografía institucional.

(4) Goya atendido por el doctor Arrieta. 1820. Francisco de Goya (Fuendetodos, Zaragoza, 30 de marzo de 1746 – Burdeos, Francia, 16 de abril de 1828. Instituto de Arte de Mineápolis (USA). InfoGoya. Universidad de Zaragoza. Zaragoza (España).

(5) El niño enfermo (1886). Arturo Michelena (Valencia, Venezuela, 16 de junio de 1863 – Caracas, 29 de julio de 1898).

(6) El estudiante. Autorretrato. 1874. Ferdinand Hodler (Berna, Suiza, 14 de marzo de 1853 – Ginebra, Suiza, 19 de mayo de 1918).

(7) Psique abre la puerta del jardín de Cupido. 1903. John William Waterhouse (Roma, Italia, 6 de abril de 1849 – Londres, Reino Unido, 10 de febrero de 1917).

(8) La psicóloga y su paciente. 2013. Ilustración de Pedro Jesús Vargas Cordero, caricaturista e ilustrador gráfico santandereano y nuestro compañero en el proyecto de caricatura VAGO [Tarjeta de invitación a la celebración del grado de Alejandra. El león es su animal preferido].

 

¡Gracias por compartirla!
Esta entrada fue publicada en Psicología. Guarda el enlace permanente.