Acerca del estornudo, la mala educación y la Salud Pública. Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

Todo el mundo se pregunta por qué andamos tan enfermos, por qué tantas oleadas de gripa, por qué tan atestados los hospitales, las clínicas y los puestos de salud, qué está pasando, si será el clima o qué.

La respuesta es simple: lo que hay es una epidemia cada vez más generalizada de mala educación y falta de higiene.

En Colombia fueron abolidas dos materias, dos disciplinas, dos áreas del conocimiento, que nos enseñaban a ser personas y a vivir en comunidad, pero además nos educaban para protegernos a nosotros mismos: la Higiene y la Urbanidad.

A alguno de esos “sabios” del Ministerio de Educación que viven “echando globos” a ver con qué invención inmortal pasan a la historia, se le ocurrió -para desdicha del país- que enseñar a la niñez y a la adolescencia cosas tan obvias como lavarse las manos antes de coger con ellas los alimentos que se llevan a la boca o no estornudarle al prójimo en la cara era una pérdida de tiempo.

En el caso del estornudo es, quizás, donde esa doble ausencia académica se nota, y donde se nota también la falta de al menos un Ministro de Salud que salga a la televisión a recordarle a su maleducado pueblo que estornudarles a los demás en la cara, como estos no pueden evitar seguir respirando, implica que, de inmediato, se les estará contagiando con la misma gripa que afecta a quien estornuda.

Más se demora uno en subirse a un taxi, que el taxista en estornudar y, de una vez, dejarlo a uno contagiado de su peste. Estornudan las cajeras de los supermercados y los infelices clientes que hacen fila se van para sus casas a incubar su ya inminente gripa y, claro, a prendérsela a los demás infortunados habitantes de su casa; después, cada uno de ellos saldrá a estornudarles a los otros, a sus compañeros de estudio, a sus compañeros de trabajo, a los pasajeros del bus, y cada uno de estos, a su vez, saldrá del colegio, de la empresa, del bus, a estornudarles a otros, y esos otros a otros, y así sucesivamente hasta que toda la población estará contagiada.

Sobre el uso del tapabocas apenas se habló, sospechosamente, con ocasión de la pandemia de la gripa porcina. Desde entonces, jamás una campaña oficial ha habido sobre su uso.

Hace poco fui a la plaza de mercado en busca de unas frutas, es decir, supuestamente en busca de salud. Un sujeto se apostó justamente en la puerta de entrada, mejor dicho, en el punto de ingreso del aire, y a continuación soltó una estruendosa sucesión de estornudos que, como es fácil suponer, inundó la plaza de microbios y de gripa. Al final de la andanada, sonrió como si acabara de llevar a cabo una hazaña. No es difícil imaginar qué le pasó después a la gente que se hallaba en el lugar comprando “salud”.

La misma situación se da en los bancos: todo el personal que atiende al público pareciera vivir permanentemente enfermo, porque el estornudo se convirtió en el saludo de rigor al pobre cliente que, atrapado por el turno y por la urgencia de efectuar su diligencia bancaria, tiene que conformarse con adquirir una nueva gripa en aquel espacio malsano, pero inevitable.

En el avión se da otro tanto. No ha despegado todavía la aeronave, cuando ya comienza a estornudar el vecino de silla sin exhibir la más mínima preocupación por no contagiar a los demás pasajeros.

Por fortuna, no faltan las excepciones.

Una consideración especial merecería la actitud displicente del joven a quien no le importa contagiar al anciano. Y es que mientras el joven paciente de gripa se recupera con rapidez de ella y en pocos días vuelve a estar en perfectas condiciones, el anciano al que ha contagiado con la misma puede terminar en el cementerio.

Debería ser obligatorio, so pena de fuertes multas, que las empresas y los centros educativos dieran la correspondiente autorización de ausencia al empleado o al estudiante o al docente enfermo.

Contrariamente a lo que se piensa, así mejoraríamos sustancialmente la productividad, económica y académica.

Y, de paso, nos haríamos mejores personas, que hoy en día debería ser lo más importante.

¡Gracias por compartirla!
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6 respuestas a Acerca del estornudo, la mala educación y la Salud Pública. Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

  1. Miguel Martínez dijo:

    Hola: Mi nombre es Miguel; una individua pequeña en la puerta de su casa estaba cuando me ve que yo pasaba y me estornudó en la cara; yo le recriminé diciéndole: me has estornudando en la cara; al rato se me encaró diciéndome: ¿qué dices?

  2. Adolfo Valencia Tovar dijo:

    Completamente de acuerdo; qué porquería; y fuera de eso se cagan de la risa; puercos, sucios, maleducados, cochinos, vayan a sonarse y a estornudar en su casa, no sean gamines.

  3. Pedro Carmona dijo:

    Totalmente de acuerdo: lo peor es la desfachatez de muchos de los que estornudan: “Ay por favor, no pasa nada” o “No exageren, por favor”. Que además demuestran la falta de educación y la falta de ética y moral con semejante cinismo.

  4. Rosa Margarita Dueñas Barajas. dijo:

    Qué tal Dr. buenas tardes: En verdad para mí es inaudito que en la actualidad la mayoría de las personas carezcan de una educación adecuada, especialmente para cuando se estornuda. Existe mucha gente que no tiene la más mínima idea de lo que es cubrirse la boca para estornudar, ya que ello implica que la demás gente a su alrededor pueda ser contagiada inminentemente, ya que el estornudo trae consigo miles de millones de microbios, que al no cubrirse, éstos se expanden por el viento y eso hace que las personas adquieran algún tipo de enfermedad gripal. Yo creo que la Secretaría de Salud, de manera constante, debería de hacer algunas campañas de concienciación para que la gente reaccione, piense y tenga mucho cuidado al llevar a cabo cada estornudo. Dónde queda la educación que nosotros como padres les damos a nuestros hijos, porque del hogar emanan los valores, principios, etc., para que los hijos sean hombres y mujeres de bien, ciudadanos limpios y conscientes de una buena higiene y de una buena educación.
    Saludos.

  5. Josefina Gómez Gómez dijo:

    Dr. Buenas tardes, me llamó la atención sus apellidos y quise leer su página…le felicito por sus acotaciones, muy bien…vivo en Venezuela, soy de Bucaramanga, profesora de Preescolar….y una de las cosas que le enseño a los niños y niñas es que cuando vayan a estornudar se cubran la boca con un pañito…claro, este trabajo lo hacemos los docentes, pero en los hogares, padres y representantes deben educar a sus hijos en valores (no lo hacen), todo se está perdiendo: el respeto por los demás, el amor al prójimo, la solidaridad, la tolerancia, etc…las familias cada vez se están desintegrando…y los hijos de padres separados terminan como maletas viajeras, una semana se quedan con su mamá, la otra con su papá, luego con la abuela, pobres niños, no hay quién los eduque como debe ser…y el resultado de todo eso: un joven o un adulto falto de respeto y falto de consideración por los demás…como Usted lo resalta en su página, actitud de personas displicentes. Excelente su comentario…mi número es 04167495044.

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