La generación monedero. Por Manuel Enrique Rey.

Con sobrada razón, a la generación de colombianos a la cual pertenezco, nacidos en las postrimerías de la primera mitad del siglo XX, se nos conoce con el nombre de “generación monedero”.
Hace apenas algo más de 60 años, el uso de billetes, de cualquier nominación, casi que era desconocida en nuestro país. Las cajas registradoras poco conocidas, si se usaban, cuanto más marcaban era en pesos y hasta el número 1oo, siendo común y corriente, que para cualquier artículo de consumo, su valor fuese de centavos. Cabría preguntarse, a qué fenómeno se debe que mientras un huevo, durante dicho lapso ha subido cien veces, la gasolina automotor lo haya hecho mil.
La generación monedero, vivía abismada entre otras cosas porque un carro pudiese costar $ 1.000, un paquete de cigarrillos pielroja 20 centavos, escandalizarse, porque la postura del sello para enviar una carta en los correos nacionales costase 5 centavos; en fin, a aceptar por más que fuese increíble que pudiese darse el tratamiento, ahora común y corriente, que el gobierno aumentase pírricamente el impuesto a la renta.
Eso del IVA –esquilmadero actual debido al consumo y que se paga casi que por cualquier cosa, cachivache o servicio- ni siquiera como plusvalía era soñada por los genios de las finanzas públicas para que por medio de él, cada gobierno de turno pudiese tapar los desaguisados cometidos por el grupo de los asimétricos. De los facinerosos, de los que viven renegados o echando plomo, porque jamás existió para ellos ilustración, y como tal, uso adecuado y como debiera de ser de la razón.
-De algunos artículos de consumo –incluso- su precio era tan bajo o la necesidad tan precaria, que debían ofrecerse tan solo en determinada época del año, y además por sarta, por puñado, por decena. No es raro pues, que vengamos de una época palaciega y en la cual no existía el temor de volvernos consumistas, donde era frecuente que pagásemos huevos a centavo y medio, o a tres por cinco. Aguacates criollos consumirlos sólo en la Semana Santa y pagarlos a media docena por diez pesos; una sartada de bocachicos pescados el día anterior en el rio Sogamoso y no en uno vietnamita, por igual valor.
El supermercado o el mega, sustituyó a la tradicional tienda de la esquina. El freezer o la nevera a la costumbre de asistir todos los días a la plaza de mercado para conseguir productos de la canasta familiar, acabados de dejar y frescos para el consumo, luego de ser vendidos por campesinos de ruana y alpargate.
El tema lo traigo a cuento porque recién en un trasteo, encontré un viejo monedero de esos que se usaban antes, arrugado y sin oficio como está pasando con los de mi generación. Al abrirlo, encontré un escapulario, una oración para todos los días; y…una moneda de plata redondita y aún brillante. Quien sabe cuántas veces serviría antaño para satisfacer a cabalidad lo requerido como abasto durante el día de una familia santandereana.

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