Lo transicional, término para añadir a un diccionario por la paz. Por Manuel Enrique Rey

LO TRANSICIONAL, TÉRMINO PARA AÑADIR A UN DICCIONARIO POR LA PAZ

Por Manuel Enrique Rey

Es típico en países en conflicto bélico desigual, como sería el caso de Colombia, que ha sufrido durante décadas el rigor de una guerra asimétrica, conocida también como de cuarta generación, que poca o ninguna atención demos a ciertos términos generados por una serie de medidas jurídicas y políticas agrupadas en lo que se llama Justicia Transicional.

Como bien podría entenderse por la etimología de la palabra transicional, que a muchos deja perplejos y asustados al acompañarse del término justicia, se referirá sin más preámbulos al conjunto de tratamientos que deben realizarse durante el proceso del cambio, si se quiere con algo de sacrificio, en aras de la consecución de la paz.

El adjetivo transicional debe conducirnos a entender el propósito gubernamental, consistente en obtener facilidades constitucionales y actos legislativos o de cualquier otra índole no violatorios del estado social de derecho, de manera que, dentro del proceso de diálogo y de compromiso, se brinde a quienes olviden las prácticas terroristas, un principio de oportunidad desde luego condicionado, donde puedan aplicarse durante la negociación prebendas, compromisos de gobierno o de cogobierno con violentos, cese de hostilidades, reconversión a la vida civil; sobre todo, políticas de protección de derechos de la víctimas, con todo lo que eso conlleva, dentro de un balanceado equilibrio entre la paz y la justicia, establecidos en un marco de Estado Social de Derecho.

Ojalá una nueva generación de colombianos no vuelva de nuevo a oír de violencia. La disputa no es entre apoyar a Uribe o a Santos sin saber de antemano cuáles fueron algunos de los prolegómenos y frustraciones de ex presidentes colombianos empezando por Uribe. Recordemos el numeral 41 de su manifiesto democrático de 100 puntos, llamado “en busca de la Paz”: Soy amigo –decía Uribe- del diálogo con los violentos, pero no para que crezcan sino para hacer la paz. Pediré mediación internacional para buscar el diálogo con los grupos violentos, siempre que empiece con abandono del terrorismo y cese de hostilidades. Para el desarme y la desmovilización puede haber todo el plazo que se requiera. Urgencia para el cese de hostilidades, paciencia para los acuerdos finales.  Toda la generosidad en la reinserción. Garantías efectivas para el ejercicio político de quienes provengan de los grupos armados; que hagan política sin armas y sin que los asesinen. Que no se repita la experiencia de la Unión Patriótica donde confluyeron dos errores: primero, combinar la política con los fusiles, cuando los argumentos son las únicas armas válidas de la lucha democrática; y, segundo, la falta de mayor determinación por parte del Estado para proteger a los militantes políticos. La agenda temática de la democracia no se debe negociar bajo la presión de los fusiles, pero a quienes los portan se les debe ofrecer condiciones para que los abandonen y hagan valer sus ideas en los escenarios de la democracia.

Confiemos en la aplicación del expectante modelo llamado de justicia transicional, añadiendo buenas dosis de tolerancia y esperanza.

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