LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y LOS ALBORES DE LA PSICOLOGÍA EN COLOMBIA. [Informe especial. Capítulo III]. Por Óscar Humberto Gómez Gómez, Miembro de Número de la Academia de Historia de Santander y Miembro del Colegio Nacional de Periodistas.

[A la joven, talentosa y promisoria psicóloga santandereana Alejandra Estefanía Gómez Blackburn].

 

 

Cuando se publicó la noticia del hundimiento del Resolute -al igual que cuando ocurrió lo propio con el del Roamar y el del Ruby-, no todos creyeron (o por lo menos no todos manifestaron creer) que fuese cierto que a las tres embarcaciones colombianas las hubiesen atacado submarinos alemanes. Se llegó a decir que era una treta inventada por los Estados Unidos, y cohonestada por el gobierno colombiano, para desacreditar a Alemania. La mayor oposición a la versión oficial provino del dirigente conservador Laureano Gómez y de su periódico El Siglo, de Bogotá.

Sin embargo, la Historia terminaría demostrando que sí había sido cierto que la autoría del hundimiento de las tres embarcaciones había sido de submarinos nazis: las propias bitácoras de los nazis los habían registrado, con fechas, horas, ubicación geográfica precisa de los ataques, identificación de cada uno de los submarinos, número de tripulantes de cada sumergible y el nombre y rango militar de sus comandantes.

Igualmente, la Historia terminaría demostrando que el destructor ARC Caldas, si bien había atacado, efectivamente, al submarino alemán aquella noche, no lo había hundido, pues el sumergible nazi había logrado escapar. Su hundimiento sí se produjo durante la guerra, pero posteriormente: lo hundió un barco norteamericano.

Así mismo, la Historia terminó poniendo en duda, después del calor de los acontecimientos, que aquel hombre que se escondió en la Droguería Granada y que fue sacado de allí, aprehendido por la multitud y brutalmente golpeado, arrastrado y asesinado salvajemente, hubiese sido el autor de los disparos con los que acababa de ser asesinado Jorge Eliécer Gaitán. Hasta la frase que habría pronunciado ante uno de los dependientes de la farmacia habría sido tergiversada, pues no habría dicho “La Virgen del Carmen me ha de salvar” (como se lee en algunas fuentes), sino “¡Virgen Santísima!”, como aparece en otras, frase esta que habría dicho, asustado, a raíz de que una voz de entre la multitud acababa de gritar, al verlo, “¡Ese es!”, señalándolo. Se afirma que, incluso, él negó claramente,dentro de la droguería, haber cometido el hecho que le estaban imputando. En algunos sectores de la historiografía, se ha llegado a la conclusión de que con el señalamiento a Juan Roa Sierra -que así se llamaba aquel hombre- se quiso desviar la atención sobre los verdaderos asesinos materiales. “Verdaderos asesinos materiales”, en plural, porque -contrariamente a la tajante conclusión de la investigación oficial, según la cual el asesino fue un solo hombre- se afirma que a Gaitán le dispararon dos sujetos.

 

 

Pero retirémonos un momento de la enrevesada violencia colombiana y volvamos con Psique, cuyas desdichas está contándole aquella vieja mujer a la doncella raptada por los ladrones y que ha sido llevada cautiva a su guarida.

En otras palabras, continuemos leyendo a Apuleyo en su inmortal novela Las Metamorfosis o El Asno de Oro:

“Quinto libro

Argumento

En este quinto libro se contienen los palacios de Psique y los amores que con ella tuvo el dios Cupido, y de cómo le vinieron a visitar sus hermanas; y de la envidia que hubieron de ella, por cuya causa, creyendo Psique lo que le decían, hirió a su marido Cupido de una llaga, por la cual cayó de una cumbre de su felicidad y fue puesta en tribulación. A la cual, Venus, como a enemiga, persigue muy cruelmente, y finalmente, después de haber pasado muchas penas, fue casada con su marido Cupido, y las bodas celebradas en el cielo.

Capítulo I

Cómo la vieja, prosiguiendo en su cuento por consolar a la doncella, le cuenta cómo Psique fue llevada a unos palacios muy prósperos, los cuales describe con mucha elocuencia, donde por muchas noches holgó con su nuevo marido Cupido.

[1] -Psique, estando acostada suavemente en aquel hermoso prado de flores y rosas, aliviose de la pena que en su corazón tenía y comenzó dulcemente a dormir. Después que suficientemente hubo descansado, levantose alegre y vio allí cerca una floresta de muy grandes y hermosos árboles, y vio asimismo una fuente muy clara y apacible; en medio de aquella floresta, cerca de la fuente, estaba una casa real, la cual parecía no ser edificada por manos de hombres, sino por manos divinas: a la entrada de la casa estaba un palacio tan rico y hermoso, que parecía ser morada de algún dios, porque el zaquizamí y cobertura era de madera de cedro y de marfil maravillosamente labrado; las columnas eran de oro, y todas las paredes cubiertas de plata. En la cual estaban esculpidos bestiones y animales que parecía que arremetían a los que allí entraban. Maravilloso hombre fue el que tanta arte sabía, y pienso que fuese medio dios, y aun creo que fuese dios el que con tanta sutilidad y arte hizo de la plata estas bestias fieras.

Pues el pavimento del palacio todo era de piedras preciosas, de diversos colores, labradas muy menudamente como obra mosaica: de donde se puede decir una vez y muchas que bienaventurados son aquellos que huellan sobre oro y piedras preciosas; ya las otras piezas de la casa, muy grandes y anchas y preciosas, sin precio. Todas las paredes estaban enforradas en oro, tanto resplandeciente, que hacía día y luz asimismo, aunque el Sol no quisiese. Y de esta manera resplandecían las cámaras y los portales y corredores y las puertas de toda la casa. No menos respondían a la majestad de la casa todas las otras cosas que en ella había, por donde se podía muy bien juzgar que Júpiter hubiese fundado este palacio para la conversación humana.

[2] Psique, convidada con la hermosura de tal lugar, llegose cerca y con una poca de más osadía entró por el umbral de casa, y como le agradaba la hermosura de aquel edificio, entró más adelante, maravillándose de lo que veía. Y dentro en la casa vio muchos palacios y salas perfectamente labrados, llenos de grandes riquezas, que ninguna cosa había en el mundo que allí no estuviera. Pero sobre todo, lo que más se podría hombre allí maravillar, demás de las riquezas que había, era la principal y maravillosa que ninguna cerradura ni guarda había allí, donde estaba el tesoro de todo el mundo. Andando ella con gran placer, viendo estas cosas, oyó una voz sin cuerpo que decía: «¿Por qué, señora, tú te espantas de tantas riquezas? Tuyo es todo esto que aquí ves; por ende, éntrate en la cámara y ponte a descansar en la cama, y cuando quisieres demanda agua para bañarte, que nosotras, cuyas voces oyes, somos tus servidoras y te serviremos en todo lo que mandares, y no tardará el manjar que te está aparejado para esforzar tu cuerpo.»

[3] Cuando esto oyó Psique, sintió que aquello era provisión divina; descansando de su fatiga, durmió un poco, y después que despertó levantose y lavose; y viendo que la mesa estaba puesta y aparejada para ella, fuese a sentar, y luego vino mucha copia de diversos manjares, y, asimismo, un vino que se llama néctar, de que los dioses usan: lo cual todo no parecía quien lo traía, y solamente parecía que venía en el aire; ni tampoco la señora podía ver a nadie, mas solamente oía las voces que hablaban, y a estas solas voces tenía por servidoras. Después que hubo comido entró un músico y comenzó a cantar, y otro a tañer con una vihuela, sin ser vistos; tras de esto comenzó a sonar un canto de muchas voces. Y como quiera que ningún hombre pareciese, bien se manifestaba que era coro de muchos cantores.

[4] Acabado este placer, ya que era noche, Psique se fue a dormir, y después de haber pasado un rato de la noche comenzó a dormir; y luego despertó con gran miedo y espanto, temiendo en tanta soledad no le aconteciese ningún daño a su virginidad, de lo cual ella tanto mayor mal temía, cuanto más estaba ignorante de lo que allí había, sin ver ni conocer a nadie. Estando en este miedo vino el marido no conocido, y subiendo en la cama hizo su mujer a Psique, y antes que fuese el día partiose de allí y luego aquellas voces vinieron a la cámara y comenzaron a curar de la novia, que ya era dueña. De esta manera pasó algún tiempo sin ver a su marido ni haber otro conocimiento. Y, como es cosa natural, la novedad y extrañeza que antes tenía por la mucha continuación, ya se había tornado en placer, y el sonido de la voz incierta ya le era solaz y deleite de aquella soledad.

Entre tanto, su padre y madre se envejecían en llanto y luto continuo. La fama de este negocio, cómo había pasado, había llegado donde estaban las hermanas mayores casadas: las cuales, con mucha tristeza, cargadas de luto dejaron sus casas y vinieron a ver a sus padres para hablarles y consolarlos.

[5] Aquella misma noche el marido habló a su mujer Psique: porque como quiera que no lo veía, bien lo sentía con los oídos y palpaba con las manos, y díjole de esta manera: «¡Oh señora dulcísima y muy amada mujer! La cruel fortuna te amenaza con un peligro de muerte, del cual yo quería que te guardases con mucha cautela. Tus hermanas, turbadas pensando que tú eres muerta, han de seguir tus pisadas y venir hasta aquel risco de donde tú aquí viniste, y si tú por ventura oyeses sus voces y llanto, no les respondas ni mires allá en manera alguna; porque si lo haces, a mí me darás mucho dolor, pero para ti causarás un grandísimo mal que te será casi la muerte.»

Ella prometió de hacer todo lo que el marido le mandase y que no haría otra cosa; pero como la noche fue pasada y el marido de ella partido, todo aquel día la mezquina* consumió en llantos y en lágrimas, diciendo muchas veces que ahora conocía que ella era muerta y perdida por estar encerrada y guardada en una cárcel honesta, apartada de toda habla y conversación humana, y que aun no podía ayudar y responder siquiera a sus hermanas, que por su causa lloraban, ni solamente las podía ver. De esta manera, aquel día ni quiso lavarse, ni comer, ni recrear con cosa alguna, sino, llorando con muchas lágrimas, se fue a dormir.

[6] No pasó mucho tiempo, que el marido vino más temprano que otras noches, y, acostándose en la cama, ella, aunque estaba llorando y abrazándola, comenzó a reprenderla de esta manera: «¡Oh mi señora Psique!, ¿esto es lo que tú me prometiste? ¿Qué puedo yo, siendo tu marido, esperar de ti, cuando el día y toda la noche, y aun ahora que estás conmigo, no dejas de llorar? Anda ya, haz lo que quisieres y obedece a tu voluntad, que te demanda daño para ti, por cuando tarde te arrepintieres te recordarás de lo que te he amonestado.»

Entonces ella, con muchos ruegos, diciendo que si no le otorgaba lo que quería que ella se moriría, le sacó por fuerza y contra su voluntad que hiciese lo que deseaba: que vea a sus hermanas y las consuele y hable con ellas, y aun que todo lo que quisiere darles, así oro como joyas y collares, que se lo dé. Pero muchas veces le amonestó y espantó que no consienta en el mal consejo de sus hermanas, ni cure de buscar ni saber el gesto y figura de su marido, porque, con esta sacrílega curiosidad, no caiga de tanta riqueza y bienaventuranza como tiene: que, haciéndolo de otra manera, jamás le vería ni tocaría. Ella dio muchas gracias al marido, y, estando ya más alegre, dijo: «Por cierto, señor, tú sabrás que antes moriré que no hubiese de estar sin tu dulcísimo casamiento; porque yo, señor, te amo y muy fuertemente, y a quienquiera que eres, te quiero como a mi ánima, y no pienso que te puedo comparar al dios Cupido; pero, además de esto, señor, te ruego que mandes a tu servidor el viento cierzo, que traiga a mis hermanas aquí, así como a mí me trajo.» Y diciendo esto, dábale muchos besos, y halagándolo con muchas palabras, y abrazándolo con halagos, y diciendo: «¡Ay dulce marido! ¡Dulce ánima de tu Psique!» Y otras palabras, por donde el marido fue vencido, y prometió de hacer todo lo que ella quisiese. Viniendo ya el alba, él desapareció de sus manos.

[7] Las hermanas preguntaron por aquel risco o lugar donde habían dejado a Psique, y luego fuéronse para allá con mucho pesar, de donde comenzaron a llorar y dar grandes voces y aullidos, hiriéndose en los pechos: tanto, que a las voces que daban los montes y riscos sonaban lo que ellas decían, llamando por su propio nombre a la mezquina* de su hermana; hasta tanto que Psique, oyendo las voces que sonaban por aquel valle abajo, salió de casa temblando, como sin seso, y dijo: «¿Por qué sin causa os afligís con tantas mezquindades* y llantos? ¿Por qué lloráis, que viva soy? Dejad esos gritos y voces; no curéis más de llorar, pues que podéis abrazar y hablar a quien lloráis.»

Entonces llamó al viento cierzo y mandole que hiciese lo que su marido le había mandado. Él, sin más tardar, obedeciendo su mandamiento, trajo luego a sus hermanas muy mansamente, sin fatiga ni peligro; y como llegaron, comenzáronse a abrazar y besar unas a otras, las cuales, con el gran placer y gozo que hubieron, tornaron de nuevo a llorar. Psique les dijo que entrasen en su casa alegremente y descansasen con ella de su pena.

Capítulo II

Cómo, prosiguiendo la vieja el cuento, contó cómo las dos hermanas de Psique la vinieron a ver y ella les dio de sus joyas y riquezas y las envió a sus tierras, y cómo por el camino fueron envidiando de ella con voluntad de matarla.

[8] -Después que así les hubo hablado, mostroles la casa y las grandes riquezas de ella y la mucha familia de las que le servían oyéndolas solamente; y después les mandó lavar en un baño muy rico y hermoso y sentar a la mesa, donde había muchos manjares abundantemente, en tal manera que la hartura y abundancia de tantas riquezas, más celestiales que humanas, criaron envidia en sus corazones contra ella. Finalmente, que la una de ellas comenzó a preguntarle curiosamente y a importunarle que le dijese quién era el señor de aquellas riquezas celestiales, y quién era o qué tal era su marido. Pero con todas estas cosas, nunca Psique quebrantó el mandamiento de su marido ni sacó de su pecho el secreto de lo que sabía: y hablando en el negocio, fingió que era un mancebo hermoso y de buena disposición, que entonces le apuntaban las barbas, el cual andaba allá ocupado en hacienda del campo y caza de montería; y porque en algunas palabras de las que hablaba no se descubriese el secreto, cargolas de oro, joyas y piedras preciosas, y llamado el viento, mandole que las tornase a llevar de donde las había traído:

[9] lo cual hecho, las buenas de las hermanas, tornándose a casa, iban ardiendo con la hiel de la envidia que les crecía, y una a otra hablaba sobre ello muchas cosas, entre las cuales, una dijo esto: «Mirad ahora qué cosa es la fortuna ciega, malvada y cruel. ¿Parécete a ti bien que seamos todas tres hijas de un padre y madre y que tengamos diversos estados? ¿Nosotras, que somos mayores, seamos esclavas de maridos advenedizos y que vivamos como desterradas fuera de nuestra tierra y apartadas muy lejos de la casa y reino de nuestros padres, y esta nuestra hermana, última de todas, que nació después que nuestra madre estaba harta de parir, haya de poseer tantas riquezas y tener un dios por marido? Y aun, cierto, ella no sabe bien usar de tanta muchedumbre de riquezas como tiene: ¿no viste tú, hermana, cuántas cosas están en aquella casa, cuántos collares de oro, cuántas vestiduras resplandecen, cuántas piedras preciosas relumbran? Y además de esto, ¿cuánto oro se huella en casa? Por cierto, si ella tiene el marido hermoso, como dijo, ninguna más bienaventurada mujer vive hoy en todo el mundo; y por ventura podrá ser que, procediendo la continuación y esforzándose más la afición, siendo él dios, también hará a ella diosa. Y por cierto así es, que ya ella presumía y se trataba con mucha altivez, que ya piensa que es diosa, pues que tiene las voces por servidoras y manda a los vientos. Yo, mezquina, lo primero que puedo decir es que fui casada con un marido más viejo que mi padre, y además de esto más calvo que una calabaza y más flaco que un niño, guardando de continuo la casa cerrada con cerrojos y cadenas.»

[10] Cuando hubo dicho esto, comenzó la otra y dijo: «Pues yo sufro otro marido gotoso, que tiene los dedos tuertos de la gota y es corcovado, por lo cual nunca tengo placer, y estoy fregándole de continuo sus dedos endurecidos como piedra con medicinas hediondas y paños sucios y cataplasmas, que ya tengo quemadas estas mis manos, que solían ser delicadas, que cierto yo no represento oficio de mujer, más antes uso de persona de médico, y aun bien fatigado. Pero tú, hermana, paréceme que sufres esto con ánimo paciente; y aun mejor podría decir que es de sierva, porque ya libremente te quiero decir lo que siento. Mas yo, en ninguna manera, puedo ya sufrir que tanta bienaventuranza haya caído en persona tan indigna: ¿no te acuerdas cuán soberbiamente y con cuánta arrogancia se hubo con nosotras, que las cosas que nos mostró con aquella alabanza, como gran señora, manifestaron bien su corazón hinchado? Y de tantas riquezas como allí tenía nos alcanzó esto poquito, por contra su voluntad, y pesándole con nosotras, luego nos mandó echar de allí con sus silbos del viento. Pues no me tenga por mujer, ni nunca yo viva, si no la hago lanzar de tantas riquezas; finalmente, que si esta injuria te toca a ti, como es razón, tomemos ambas un buen consejo, y estas cosas que llevamos no las mostraremos a nuestros padres, ni a nadie digamos cosa alguna de su salud; harto nos basta lo que nosotras vimos, de lo cual nos pesa de haberlo visto, y no publiquemos a nadie tanta felicidad suya, porque no se pueden llamar bienaventurados aquellos de cuyas riquezas ninguno sabe: a lo menos sepa ella que nosotras no somos sus esclavas, más sus hermanas mayores; y ahora dejemos esto y tornemos a nuestros maridos y pobres casas, aunque cierto buenas y honestas, y después instruidas, con mayor acuerdo y consejo tornaremos más fuertes para punir su soberbia.»

[11] Este mal consejo pareció muy bueno a las dos malas hermanas, y, escondidas las joyas y dones que Psique les había dado, tornáronse desgreñadas, como que venían llorando; y rascándose lascaras, fingiendo de nuevo grandes llantos, en esta manera dejaron a sus padres, refrescándoles su dolor, y con mucha ira, turbadas de la envidia, tornáronse para sus casas, concertando por el camino traición y engaño y aun muerte contra su hermana, que estaba sin culpa”. [N. del A.: Tal y como se anotó en cita anterior de esta serie, el vocablo “mezquino” significaba, en el español de la época de la traducción (1513), desdichado; “mezquina” quería decir desdichada; “mezquindad” significaba “desdicha” o “tristeza”].

 

 

Dejemos otra vez a Psique y volvamos con Mercedes Rodrigo y el nacimiento de la Psicología colombiana en medio de los horrores de la violencia.

En 1945, el arquitecto alemán Leopoldo Rother había diseñado una hermosa edificación para que fuese construida dentro de los terrenos de la Universidad Nacional. Dos años después, en 1947, el edificio ya estaba erigido.

“Fue uno de los primeros edificios que rompió la composición simétrica y canónica que predominaba en la primera mitad del siglo XX en el país”, explica el arquitecto Carlos Niño Murcia, profesor de la Facultad de Artes, en un artículo publicado en UN Periódico.

Rother partió de una composición general asimétrica, con diferentes acentos de formas orgánicas –como en las cubiertas, rampas y escaleras– y fachadas en las que predomina el uso del ladrillo. Fue una obra sin precedentes en el país, que incluso contrastó con esas primeras manifestaciones de arquitectura moderna en la misma Ciudad Universitaria. Se trata de una verdadera joya arquitectónica”. (Unimedios. Agencia de Noticias UN. Artes & Culturas. Universidad Nacional. Bogotá. 25 de noviembre de 2013).

Leopoldo Rother, quien había nacido en Breslau, Alemania, en 1884, era un arquitecto, pedagogo y melómano alemán que, al igual que Mercedes Rodrigo, había tenido que abandonar su patria natal huyendo de los nazis, por cuanto era de  de origen judío, y que -también igual que Mercedes Rodrigo- había llegado a Colombia cuanto transcurrían los mismos años treinta del siglo XX a cuyos finales la psicóloga española hizo lo propio.

El gobierno colombiano le encomendó a Rother el diseño y la ejecución de todo el proyecto arquitectónico de la Ciudad Universitaria de Bogotá, es decir, de la sede de la Universidad Nacional.

Ello explica por qué diseña y construye aquel hermoso edificio que habrá de ser la sede del Instituto de Psicología Aplicada, luego de haberlo sido de la imprenta universitaria.

Empero, para cuando dicha edificación sea destinada al Instituto del cual será directora – fundadora, Mercedes Rodrigo ya no estará allí, ni en Bogotá, ni en Colombia.

“El 20 de noviembre de 1947 –estando presente el Ministro de Educación Joaquín Estrada Monsalve y por supuesto la propia Mercedes Rodrigo que dirigió unas palabras- el Consejo Directivo de la Universidad Nacional con sede en Bogotá, emana el Acuerdo Número 231, cuyo contenido se encuentra en el Acta nº 44 firmada por su rector, Gerardo Molina, que dice textualmente:

“Artículo 1º.-Ampliar, a partir del 1º de enero de 1948 la sección de Psicotecnia de la universidad, que a partir de esta fecha se denominará INSTITUTO DE PSICOLOGÍA APLICADA de la Universidad Nacional” (GUIL BOZAL, Ana. VERA GIL, Sara. Universidad de Sevilla, España. Entre Europa y América Latina: Mercedes Rodrigo, psicopedagoga pionera. En: Revista Historia de la Educación Latinoamericana. Vol. 13. No. 17. Tunja, julio – diciembre de 2011).

En sus considerandos, el acuerdo 231 del 20 de noviembre de 1947 resalta la necesidad de ampliar la Sección de Psicotecnia para ponerla a tono con los avances de la Psicología Aplicada, por lo cual dice que se hace necesario ampliarla “desde el 1o. de enero de 1948, fecha a partir de la cual se denominará Instituto de Psicología Aplicada de la Universidad Nacional”.

El mismo acuerdo dispone crear una Sección de Enseñanza.

Empero, si bien las actividades empezaron desde enero, realmente los primeros estudiantes no comenzaron sus clases hasta el 9 de Julio de 1948.

El 9 de julio de 1948, en efecto, empezó a funcionar, dentro de los predios de la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá, el Instituto de Psicología Aplicada. 

Mercedes Rodrigo fue designada directora de esta nueva entidad universitaria.

No obstante, las cosas siguieron siendo muy difíciles. Y es que, a pesar de que el nuevo Instituto parecía tener un futuro prometedor, de que la importancia de la Psicología era evidente, no solo desde el punto de vista de la enorme conveniencia de darle un enfoque científico a algo que, de otra forma, solo habría seguido dependiendo del azar o de las intrigas, como lo era la determinación de qué aspirantes debían ser admitidos a las carreras universitarias, sino además -y esto era algo todavía más importante y trascendental para la sociedad colombiana- desde el punto de vista de abordar las causas psicológicas, emocionales y anímicas de la terrible propensión a la violencia que exhibía la nación colombiana y que había quedado al desnudo con El Bogotazo, por lo cual era obvio que esta nueva carrera se perfilaba como un futuro instrumento para calmar los espíritus y afincar la paz, los problemas comenzaron muy pronto. Y comenzaron por donde tenían que comenzar: por la cuestión política.

Era natural, en efecto, que en un país tan extremadamente polarizado, donde apenas unos pocos meses atrás había sido asesinado quien se perfilaba como el seguro presidente de la república, donde tirios y troyanos se acusaban y acusaban a terceros de su asesinato, donde cualquier atisbo de conciencia social era inmediatamente asociado a la sospecha de simpatía con el temido comunismo y cualquier discurso a favor del orden y de la vigencia del principio de autoridad era inmediatamente asociado a la sospecha de simpatía con el no menos temido fascismo, donde la capital del país no acababa de recuperarse emocionalmente de su espantosa destrucción y de la imagen sobrecogedora de las pilas de muertos en el cementerio esperando la apertura de fosas porque ya las bóvedas no daban abasto, y donde el resto del territorio nacional mostraba las cicatrices recientes de la veloz y espeluznante propagación que la violencia capitalina iniciada con el atentado contra Gaitán había tenido a lo largo y ancho de la nación, las miradas escrutadoras se volcaran sobre una mujer que, en últimas, había llegado como exiliada de la Guerra Civil Española, que estaba asociada -en el parcializado imaginario de los partidarios de los triunfadores de aquella conflagración- al bando republicano, y que parecía ser alguien que podría estar introduciendo en Colombia una peligrosa ideología de izquierda.

Se empezaron a oír rumores, entonces, de que los tests de Mercedes Rodrigo estaban preparados a la medida exacta de los aspirantes simpatizantes del comunismo internacional y que, consiguientemente, los cupos para las carreras de Medicina, de Derecho y de Ingeniería, iban a terminar, finalmente, en manos de los izquierdistas, por lo cual los aspirantes identificados con la ideología del Partido Conservador iban a terminar excluidos.

 

 

Al año siguiente, 1949, el clima de violencia política era cada vez peor. En la noche del 9 de octubre de 1949, en plena sesión del Senado de la República, fue asesinado a tiros el congresista liberal Gustavo Jiménez y herido de gravedad el también congresista liberal Jorge Soto del Corral, quien posteriormente falleció. “Los primeros días de noviembre fueron dramáticos. En Cali carros fantasmas recorrían la ciudad cometiendo asesinatos después de las siete de la noche, obligando al cierre inmediato de muchos establecimientos de comercio y al recogimiento rápido de los habitantes. Estos vehículos recorrían a velocidades vertiginosas los barrios de la ciudad”. (AYALA DIAGO, César Augusto. El cierre del Congreso 1949. Revista Credencial Historia No. 162, junio de 2003).

Un mes después de esta tragedia, el 9 de noviembre de 1949, en las horas de la mañana, una delegación de parlamentarios del Partido Liberal se presentó en el palacio presidencial y le informó al presidente de la República Mariano Ospina Pérez que en la tarde se decidiría su separación del cargo. Cuando esa tarde pretendieron ingresar al Capitolio Nacional, los parlamentarios se encontraron con que las entradas se encontraban militarizadas: el presidente había dispuesto el cierre del Congreso.

“Los liberales -narra Catalina Reyes- pensaron entonces en utilizar su mayoría en el Congreso para adelantar un juicio contra Ospina Pérez en el Senado y deponerlo. En un acto de ingenuidad, el 9 de noviembre, en las horas de la mañana, los presidentes del Senado y la Cámara visitaron al presidente Ospina para anunciarle que se iba a tramitar una acusación contra él; al mismo tiempo le solicitaron garantías para los liberales mientras se adelantaba el proceso en el Senado. A las 4 p.m. de ese mismo día, Carlos Lleras Restrepo, Julio César Turbay y otras personalidades del liberalismo se dirigieron hacia el Parlamento con el fin de iniciar el proceso. Se encontraron con la sorpresa de que el edificio del Congreso estaba rodeado por tropas del ejército que les impidieron la entrada. Horas antes Ospina había declarado el estado de sitio, suspendiendo el Congreso y todas las asambleas departamentales. Confirió a los gobernadores poderes amplios para el control del orden público. Modificó el régimen de votación de la Corte Suprema de Justicia. Impuso una rígida censura de prensa: el correo, los telegramas y aun las llamadas telefónicas estuvieron sometidas a la supervisión oficial. (REYES, Catalina. El gobierno de Mariano Ospina Pérez. Nueva Historia de Colombia, tomo II. Editorial Planeta; 1989, p. 31).

Entre tanto, en el Instituto de Psicología Aplicada, Mercedes Rodrigo culminaba su segundo curso de Introducción al estudio de la Psicología, cuyo contenido constituiría, a la postre, el principal de los libros que publicaría en la vida y, en el sentir de algunos, realmente el único.
(Introducción al estudio de la Psicología, Imprenta de la Universidad Nacional.Bogotá. 1949).

El clima de animadversión hacia su actividad científica crecía y se hacía cada vez más insostenible.

Al final de año, sobrevinieron las elecciones para reemplazar a Ospina Pérez en la presidencia; el partido liberal retiró su candidato, que era Darío Echandía. El Partido Conservador mantuvo el suyo.

 

 

Nacido en Bogotá el 20 de febrero de 1889, Laureano Eleuterio Gómez Castro se había graduado como ingeniero precisamente en la Universidad Nacional el 19 de julio de 1909, cuando contaba con 20 años de edad. Hacía apenas cinco años Colombia había perdido a Panamá gracias a la intervención de los Estados Unidos y, como era obvio, existía una atmósfera de animadversión antinorteamericana. Ese espíritu se apreciaba prácticamente en todos los sectores. Cuando se examina la biografía del personaje se observa que también profesaba aquella malquerencia. De hecho, era una concepción nacionalista generalizada y apenas comprensible ante la desmembración que había sufrido Colombia.

Pero cuando Gómez se encuentra iniciando su estelar carrera como orador -luego de un memorable debate en el Congreso Nacional, en 1927, mientras era Ministro de Obras Públicas- , un sector de su partido muestra una actitud colaboracionista con el gobierno liberal y él empieza a ser percibido como un conservador íntegro, sin entregas ni claudicaciones, que cuestiona con acritud, y en derroche de una cautivadora y arrolladora elocuencia, el que militantes de su partido vendan su conciencia e hipotequen su dignidad a cambio -como en el pasaje bíblico de Esaú y Jacob- de un plato de lentejas (1932).

Para 1948, año del asesinato de Gaitán, Gómez es el Ministro de Relaciones Exteriores y en tal condición es el Presidente de la X Conferencia Panamericana reunida en Bogotá.

Pero, luego del crimen y del consiguiente fenómeno de violencia generalizada conocido como El Bogotazo, llega el momento de decidir quién va a reemplazar a Mariano Ospina Pérez, el presidente de ese momento, quien ha llegado a ser Jefe de Estado gracias a que los liberales se han dividido entre los partidarios del bumangués Gabriel Turbay y los partidarios del fogoso y radical líder de multitudes Jorge Eliécer Gaitán.

Aquí es necesario hacer un pequeño paréntesis. Y es que quienes no han leído la historia han sido aleccionados en la creencia de que porque Gaitán era un dirigente de izquierda, Turbay era una especie de cavernícola al servicio exclusivo de las oligarquías de las que hablaba este. Nada más alejado de la verdad.

 

 

Nacido en Bucaramanga el 10 de enero de 1901, Gabriel Turbay, médico, también egresado de la Universidad Nacional (1924), era un aguerrido líder de izquierda, del que, incluso, se llegó a sospechar su simpatía o su decidida militancia en las filas del comunismo. En todo caso sí es definitivamente cierto que, al igual que varios políticos liberales de su generación, se aproximó a las ideas socialistas. Suele olvidarse que, precisamente al lado de Gaitán, había sido promotor del famoso debate sobre la masacre de las bananeras, llevado a cabo en la Cámara de Representantes contra el gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez (1929).

Llegado el momento de decidir el reemplazo de Ospina Pérez en la presidencia, dijimos, el partido liberal decide no participar en las elecciones alegando que existe una absoluta falta de garantías para adelantar la campaña. Entonces, el único candidato termina siendo ese diciembre el del Partido Conservador.

“Es un hecho que Mercedes, María (*) y García Madrid (*) nunca pensaron en salir de Colombia. Su patria de adopción iba a ser su patria definitiva. Pero un país tan violento, con tantos altibajos políticos no es fácil de entender para los extranjeros. La Colombia del 9 de abril de 1948 se parecía demasiado a la España de la guerra civil, y por lo tanto no era el sitio adecuado para que estos españoles se quedaran e hicieran su vida. Además las críticas políticas contra los tests y la selección de personal se volvieron demasiado grandes. Los españoles a cargo de estos asuntos eran “republicanos y comunistas” y tenían que marcharse de Colombia”. (ARDILA, Rubén. Mercedes Rodrigo, Bogotá, 1997. * N. del A.: se hace referencia a María Rodrigo, la talentosa compositora hermana de Mercedes, y a José María García Madrid, quien había partido con ellas al exilio y compartido residencia y actividades científicas en Bogotá. García Madrid habría de terminar estudiando Medicina en la Universidad Nacional y especializándose en Psiquiatría).

El 7 de agosto de 1950 se estará posesionando como nuevo Presidente de la República el único candidato que participó en las elecciones: Laureano Gómez.

 

 

 

Empero, no habrá terminado aquel mismo año de 1949 sin que la Iglesia Católica -en abierta fricción con cualquier asomo de ideas liberales, y, como era lógico, con cualquier atisbo de ideas comunistas- haya puesto sus ojos en los liberales y en los sospechosos de tener ideas comunistas. Obviamente, dentro de tales personajes estarán los exiliados españoles, simpatizantes del bando republicano o ligados a él, en el imaginario de los opositores a su presencia en el país. La prédica del obispo de Santa Rosa de Osos (Antioquia), monseñor Miguel Ángel Builes Gómez, por ejemplo, será terrible.

En ese contexto hostil, un periódico “jesuita” -según narra el psicólogo Rubén Ardila (loc. cit.)- publica una nota en la que pone en duda la objetividad de los tests y sugiere la orientación izquierdista de los mismos.

Aquí, no obstante, salta una duda: ¿era un periódico de la comunidad jesuita, o sea de la Compañía de Jesús?

Y salta otra: ¿qué periódico era? Y otra: ¿en la edición de qué fecha fue publicada la nota? Incluso, otra: ¿en qué página?

Rubén Ardila escribió la palabra “jesuita” entre comillas; posteriormente quienes lo citaron se las quitaron. Así, Wikipedia se las quita y escribe escuetamente que fue un periódico jesuita. Luis Fernando Williams Gil, también lo hace (Universidad Nacional, Obituario, 2007). Nadie, sin embargo, da el nombre de aquel periódico. La palabra jesuita no necesariamente significa “perteneciente a la Compañía de Jesús”; también significa, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, “Hipócrita, taimado”. No encontré en ninguna fuente la precisión acerca de qué quiso decir el autor al poner la palabra “jesuita” entre comillas, ni el nombre del periódico.

Lo cierto es que el incendio, en todo caso, no se hace esperar: Mercedes Rodrigo es un personaje peligroso y, por consiguiente, inconveniente, del que hay que prescindir.

 

 

 

Para el 7 de agosto del siguiente año, cuando se posesione como nuevo presidente de la República el ingeniero civil Laureano Gómez, año en el que estallará otra guerra en la que participará Colombia, una guerra que se desarrollará en un lejano país llamado Corea y que para algunos no será sino la puja de poder entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la primera psicóloga de España, la misma que tuvo que interrumpir abruptamente sus correrías de investigación por Europa debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, la misma que tuvo que trabajar con la niñez española bajo un Madrid bombardeado y sitiado en razón al estallido y los desarrollos de la Guerra Civil Española, la misma que ha tenido que abandonar su país y exiliarse en Colombia, la misma que ha tenido que seguir trabajando bajo los temores del estallido de la Segunda Guerra Mundial y las preocupantes noticias de que Colombia ha entrado en el conflicto, la misma que ha vivido el estallido del terrible fenómeno de violencia que habrá de conocerse como El Bogotazo a raíz del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, y, en fin, la misma que ha estado trabajando bajo las tensiones de la crítica y la sospecha, y presenciando la creciente violencia en Colombia entre liberales y conservadores, ya no estará en Bogotá, ni en Colombia.

Aunque, de todas maneras, allá a donde habrá de irse -y el mismo año de su llegada- vivirá de cerca la violencia política y contemplará, también de cerca, el rostro de los que marcharán a la guerra.

 

[CONTINUARÁ]

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ILUSTRACIONES:

 

(1) Edición antigua del periódico El Siglo, de Bogotá, del cual Laureano Gómez era propietario y director.

(2) Psique abriendo la puerta del jardín de Cupido (Pyche opening the door int Cupid’s garden). 1904. John William Waterhouse (Roma, 6 de abril de 1849 – Londres, 10 de febrero de 1917). Harris Museum and Art Gallery, Preston, Inglaterra.

(3) Museo de Arquitectura Leopoldo Rotter, que fuera sede del Instituto de Psicología Aplicada de la Universidad Nacional de Colombia. Bogotá.

(4) Capitolio Nacional, en la época de Mercedes Rodrigo.

(5) Gabriel Turbay, Mariano Ospina Pérez y Jorge Eliécer Gaitán, los candidatos a la Presidencia de la República en 1946.

(6) Gabriel Turbay.

(7) Posesión de Laureano Gómez como presidente de la República (7 de agosto de 1950).

(8) Posesión de Laureano Gómez como presidente de la República (7 de agosto de 1950).

(9) Única fotografía conocida de Mercedes Rodrigo.

(10) Mercedes Rodrigo. Ilustración de Pedro Jesús Vargas Cordero.

 

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