LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y LOS ALBORES DE LA PSICOLOGÍA EN COLOMBIA. [Informe especial. Capítulo II]. Por Óscar Humberto Gómez Gómez, Miembro de Número de la Academia de Historia de Santander y Miembro del Colegio Nacional de Periodistas.

[A la joven, talentosa y promisoria psicóloga santandereana Alejandra Estefanía Gómez Blackburn].

 

 

Dejemos un momento a Mercedes Rodrigo en Bogotá, en aquel helado 2 de agosto de 1939 cuando su Madrid natal se encuentra en ruinas y los niños con los que desplegó sus conocimientos en pedagogía y psicología han llegado – como ella – a un país desconocido, llevados por personas que terminarán desentendiéndose de ellos y dejándolos a su suerte; dejémosla ahí, en medio de la niebla, con su familia reducida a su hermana María -que está a su lado, tan perdida en este nuevo y desconocido entorno como lo está ella-, con sus colegas en el exilio, igual que los ilustres hombres que han abandonado su país para que la virulenta represión de los vencedores no los alcance, y, en fin, con su vida totalmente desbaratada como totalmente desbaratada ha quedado España, y remontémonos en el tiempo hasta los orígenes legendarios de su carrera, de esa bella carrera que ella ha estudiado en Suiza y ahora debe poner en práctica al otro lado del mar, en una Colombia donde no conoce a nadie.

 


_________

 

Apuleyo fue un elocuente orador y magnífico escritor latino que vivió en el siglo II. Aunque se sabe que escribió varias obras, una de las pocas que sobrevivió fue su novela Las metamorfosis, de hecho la única novela latina que llegó completa hasta nuestros días.

En su famosa obra La ciudad de Dios, san Agustín de Hipona (que no era de Hipona, sino de Tagaste) dijo que esa novela realmente se llamaba El Asno de Oro. Desde entonces empezó a llamarse así.

O, al menos, de ambas maneras. Hoy en día, el libro se titula El asno de oro o Las metamorfosis, de Apuleyo.

 

 

La obra trata de que, a causa de un hechizo frustrado, se produce la mágica metamorfosis de un ilustre mercader de Corinto, de nombre Lucio, en un asno.

Este asno, sin embargo, no es cualquier asno: es uno que, bajo su apariencia de cuadrúpedo, conserva todas las facultades humanas, excepto la voz. En consecuencia, hablar será lo único que no podrá hacer.

El asno empieza, pues, a vivir una serie de situaciones penosas y se hace testigo de una gran cantidad de emocionantes aventuras.

Finalmente, y por intervención de la diosa Isis, Lucio recupera su forma humana al oler unas rosas. Tras esa sorprendente recuperación, el protagonista nos cuenta su inverosímil historia.

 

 

La novela comienza cuando, camino de Tesalia, a donde se dirige con el fin de resolver asuntos de familia, Lucio se encuentra con dos viajeros: uno de ellos, de nombre Aristómenes, le relata una tenebrosa historia sobre magia y artes ocultas. El relato del viajante le despierta su deseo de conocer de cerca ese mundo esotérico y aprender magia.

En Hipata, que queda en la ruta de su viaje, el protagonista se hospeda en la casa de una pareja conformada por Milón y Pánfila. Él es un hombre opulento y -¡ vaya cosa rara en un opulento !- avaro. Ella, en cambio, es una bruja (?).

Una parienta de su mamá, de nombre Birena, le ofrece albergue al peregrino, pero Lucio, que quiere a toda costa aprender magia, no acepta el ofrecimiento.

Lucio se gana la confianza de la criada de Pánfila, cuyo nombre es Fótide, quien le promete que le enseñará las artes mágicas de su ama.

Gracias a su curiosidad, Lucio es testigo un día de la transformación de Pánfila en un macho cabrío.

Por haber visto aquella asombrosa transformación, y deseando convertirse en pájaro, penetra en un cuarto donde la hechicera guarda sus elementos de brujería. Para su infortunio, y por una grave equivocación que comete Fótide, en lugar de hacerse pájaro se convierte en asno.

 

 

Fótide le promete que a la mañana siguiente deshará el encantamiento haciéndole comer ciertas rosas. Lucio se resigna, entonces, a esperar hasta el día siguiente con su apariencia de asno. Empero, unos ladrones llegan a asaltar la casa de Milón, se apoderan de sus joyas y aprovechan la presencia del asno para cargarlas en él.

El pobre Lucio intenta oponerse a ser llevado, pero -como es obvio- únicamente rebuzna, como asno que ahora es. En cambio, por oponerse a ser llevado, los ladrones, disgustados, le dan una paliza.

Poco después, el vapuleado asno descubre una huerta donde se encuentran las que serían sus rosas deshacedoras del encanto. Sin embargo, no puede acceder a ellas porque el hombre de la huerta lo aleja con su amenazante bastón metálico.

El asno llega, pues, a la cueva de los ladrones.

Posteriormente, a esa cueva es llevada una joven doncella que los ladrones han hecho prisionera. La guardiana de aquella cueva y, por ende, vigilante de la prisionera, es la madre de los ladrones, una mujer de avanzada edad.

La raptada muchacha prorrumpe en llanto ante la terrible situación en que se encuentra. Es cuando la cuidandera, con el fin de calmar a la angustiada y deprimida joven, le dice que le va a relatar una fábula. Entonces, comienza a narrársela.

En ese relato -que terminará siendo una verdadera novela dentro de la novela y una de las joyas de la literatura clásica universal-, la vieja le empieza a contar a la joven cautiva que había un rey y una reina que tenían tres hijas, la menor de las cuales se llamaba Psique (en latín Psyche).

Leamos el texto, en la traducción del latín al español hecha por Diego López de Cortegana en el año 1513:

 

“Capítulo V

En el cual la vieja madre de los ladrones, conmovida de piedad de las lágrimas de la doncella que estaba en la cueva presa, le contó una fábula por ocuparla que no llorase.

(…)

[28] -Érase en una ciudad un rey y una reina, y tenían tres hijas muy hermosas: de las cuales, dos de las mayores, como quiera que eran hermosas y bien dispuestas, podían ser alabadas por loores de hombres; pero la más pequeña, era tanta su hermosura, que no bastan palabras humanas para poder exprimir ni suficientemente alabar su belleza. Muchos de otros reinos y ciudades, a los cuales la fama de su hermosura ayuntaba, espantados con admiración de su tan grande hermosura, donde otra doncella no podía llegar, poniendo sus manos a la boca y los dedos extendidos, así como a la diosa Venus, con sus religiosas adoraciones la honraban y adoraban. Y ya la fama corría por todas las ciudades y regiones cercanas, que ésta era la diosa Venus, la cual nació en el profundo piélago de la mar y el rocío de sus ondas la crió. Y decían asimismo que otra diosa Venus, por influición de las estrellas del cielo, había nacido otra vez, no en la mar, pero en la tierra, conversando con todas las gentes, adornada de flor de virginidad.

[29] De esta manera su opinión procedía de cada día, que ya la fama de ésta era derramada por todas las islas de alrededor en muchas provincias de la tierra: muchos de los mortales venían de luengos caminos, así por la mar como por tierra, a ver este glorioso espectáculo que había nacido en el mundo; ya nadie quería navegar a ver la diosa Venus, que estaba en la ciudad de Paphos, ni tampoco a la isla de Gnido, ni al monte Citerón, donde le solían sacrificar; sus templos eran ya destruidos, sus sacrificios olvidados, sus ceremonias menospreciadas, sus estatuas estaban sin honra ninguna, sus aras y sus altares sucios y cubiertos de ceniza fría. A esta doncella suplicaban todos, y debajo de rostro humano adoraban la majestad de tan gran diosa, y cuando de mañana se levantaba, todos le sacrificaban con sacrificios y manjares, como le sacrificaban a la diosa Venus. Pues cuando iba por la calle o pasaba alguna plaza, todo el pueblo con flores y guirnaldas de rosas le suplicaban y honraban. Esta grande traslación de honras celestiales a una moza mortal encendió muy reciamente de ira a la verdadera diosa Venus, y con mucho enojo, meciendo la cabeza y riñendo entre sí, dijo de esta manera:

[30] «Veis aquí yo, que soy la primera madre de la natura de todas las cosas; yo, que soy principio y nacimiento de todos los elementos; yo, que soy Venus, criadora de todas las cosas que hay en el mundo, ¿soy tratada en tal manera que en la honra de mi majestad haya de tener parte y ser mi aparcera una moza mortal, y que mi nombre, formado y puesto en el cielo, se haya de profanar en suciedades terrenales? ¿Tengo yo de sufrir que tengan en cada parte duda si tengo yo de ser adorada o esta doncella y que haya de tener comunidad conmigo, y que una moza, que ha de morir, tenga mi gesto que piensen que soy yo? Según esto, por demás me juzgó aquel pastor que por mi gran hermosura me prefirió a tales diosas: cuyo juicio y justicia aprobó aquel gran Júpiter; pero ésta, quienquiera que es, que ha robado y usurpado mi honra, no habrá placer de ello: yo le haré que se arrepienta de esto y de su ilícita hermosura.»

Y luego llamó a Cupido, aquel su hijo con alas, que es asaz temerario y osado; el cual, con sus malas costumbres, menospreciada la autoridad pública, armado con saetas y llamas de amor, discurriendo de noche por las casas ajenas, corrompe los casamientos de todos y sin pena ninguna comete tantas maldades que cosa buena no hace. A éste, como quiera que de su propia natura él sea desvergonzado, pedigüeño y destruidor, pero de más de esto ella le encendió más con sus palabras y llevolo a aquella ciudad donde estaba esta doncella, que se llamaba Psique, y mostrósela,

[31] diciéndole con mucho enojo, gimiendo y casi llorando, toda aquella historia de la semejanza envidiosa de su hermosura, diciéndole en esta manera: «¡Oh hijo!, yo te ruego por el amor que tienes a tu madre, y por las dulces llagas de tus saetas, y por los sabrosos fuegos de tus amores, que tú des cumplida venganza a tu madre: véngala contra la hermosura rebelde y contumaz de esta mujer, y sobre todas las otras cosas has de hacer una, la cual es que esta doncella sea enamorada, de muy ardiente amor, de hombre de poco y bajo estado, al cual la Fortuna no dio dignidad de estado, ni patrimonio, ni salud. Y sea tan bajo que en todo el mundo no halle otro semejante a su miseria.»

Después que Venus hubo hablado esto, besó y abrazó a su hijo y fuese a la ribera de un río que estaba cerca, donde con sus pies hermosos holló el rocío de las ondas de aquel río, y luego se fue a la mar, adonde todas las ninfas de la mar le vinieron a servir y hacer lo que ella quería, como si otro día antes se lo hubiese mandado. Allí vinieron las hijas de Nereo cantando, y el dios Portuno, con su áspera barba del agua de la mar y con su mujer Salacia, y Palemón, que es guiador del Delfín. Después, las compañías de los Tritones, saltando por la mar: unos tocan trompetas y otros trazan un palio de seda por que el Sol, su enemigo, no le tocase; otro pone el espejo delante de los ojos de la señora, de esta manera nadando con sus carros por la mar; todo este ejército acompañó a Venus hasta el mar océano.

[32] Entre tanto, la doncella Psique, con su hermosura, sola para sí, ningún fruto recibía de ella. Todos la miraban y todos la alababan; pero ninguno que fuese rey ni de sangre real, ni aun siquiera del pueblo, la llegó a pedir, diciendo que se quería casar con ella. Maravillábanse de ver su divina hermosura, pero maravillábanse como quien ve una estatua pulidamente fabricada. Las hermanas mayores, porque eran templadamente hermosas, no eran tanto divulgadas por los pueblos y habían sido desposadas con dos reyes, que las pidieron en casamiento, con los cuales ya estaban casadas y con buena ventura apartadas en su casa; mas esta doncella Psique estaba en casa del padre, llorando su soledad, y, siendo virgen, era viuda; por la cual causa estaba enferma en el cuerpo y llagada en el corazón; aborrecía en sí su hermosura, como quiera que a todas las gentes pareciese bien. El mezquino (*) padre de esta desventurada hija, sospechando que alguna ira y odio de los dioses celestiales hubiese contra ella, acordó de consultar el oráculo antiguo del dios Apolo, que estaba en la ciudad de Milesia, y con sus sacrificios y ofrendas, suplicó a aquel dios que diese casa y marido a la triste de su hija. Apolo, como quiera que era griego y de nación jonia, por razón del que había fundado aquella ciudad de Milesia, sin embargo respondió en latín estas palabras:

[33] «Pondrás esta moza adornada de todo aparato de llanto y luto, como para enterrarla, en una piedra de una alta montaña y déjala allí. No esperes yerno que sea nacido de linaje mortal; mas espéralo fiero y cruel, y venenoso como serpiente: el cual, volando con sus alas, fatiga todas las cosas sobre los cielos, y con sus saetas y llamas doma y enflaquece todas las cosas; al cual, el mismo dios Júpiter teme, y todos los otros dioses se espantan, los ríos y lagos del infierno le temen.» El rey, que siempre fue próspero y favorecido, como oyó este vaticinio y respuesta de su pregunta, triste y de la mala gana tornose para atrás a su casa. El cual dijo y manifestó a su mujer el mandamiento que el dios Apolo había dado a su desdichada suerte, por lo cual lloraron y plañeron algunos días. En esto ya se llegaba el tiempo que había de poner en efecto lo que Apolo mandaba: de manera que comenzaron a aparejar todo lo que la doncella había menester para sus mortales bodas; encendieron la lumbre de las hachas negras con hollín y ceniza, y los instrumentos músicos de las bodas se mudaron en lloro y amargura; los cantares alegres en luto y lloro, y la doncella que se había de casar se limpia las lágrimas con el velo de alegría. De manera que el triste hado de esta casa hacía llorar a toda la ciudad, la cual, como se suele hacer en lloro público, mandó alzar todos los oficios y que no hubiese juicio ni juzgado.

[34] El padre, por la necesidad que tenía de cumplir lo que Apolo había mandado, procuraba de llevar a la mezquina (*) de Psique a la pena que le estaba profetizada: así que, acabada la solemnidad de aquel triste y amargo casamiento, con grandes lloros vino todo el pueblo a acompañar a esta desdichada, que parecía que la llevaban viva a enterrar y que éstas no eran sus bodas, más sus exequias. Los tristes del padre y de la madre, conmovidos de tanto mal, procuraban cuanto podían de alargar el negocio. Y la hija comenzoles a decir y a amonestar de esta manera: «¿Por qué, señores, atormentáis vuestra vejez con tan continuo llorar? ¿Por qué fatigáis vuestro espíritu, que más es mío que vuestro, con tantos aullidos? ¿Por qué arrancáis vuestras honradas canas? ¿Por qué ensuciáis esas caras que yo tengo de honrar, con lágrimas que poco aprovechan? ¿Por qué rompéis en vuestros ojos los míos? ¿Por qué apuñáis a vuestros santos pechos? Éste será el premio y galardón claro y egregio de mi hermosura. Vosotros estáis heridos mortalmente de la envidia y sentís tarde el daño. Cuando las gentes y los pueblos nos honraban y celebraban con divinos honores; cuando todos a una voz me llamaban la nueva diosa Venus, entonces os había de doler y llorar, entonces me habíais ya de tener por muerta: ahora veo y siento que sólo este nombre de Venus ha sido causa de mi muerte; llevadme ya y dejadme ya en aquel risco, donde Apolo mandó: ya yo querría haber acabado estas bodas tan dichosas, ya deseo ver aquel mi generoso marido. ¿Por qué tengo yo de contener aquel que es nacido para destrucción de todo el mundo?»

[35] Acabado de hablar esto, la doncella calló, y como ya venía todo el pueblo para acompañarle, lanzose en medio de ellos y fueron su camino a aquel lugar donde estaba un risco muy alto, encima de aquel monte, encima del cual pusieron la doncella, y allí la dejaron, dejando asimismo con ella las hachas de las bodas, que delante de ella llevaban ardiendo, apagadas con sus lágrimas, y abajadas las cabezas, tornáronse a sus casas. Los mezquinos (*) de sus padres, fatigados de tanta pena, encerráronse en su casa, y cerradas las ventanas, se pusieron en tinieblas perpetuas. Estando Psique muy temerosa, llorando encima de aquella peña, vino un manso viento de cierzo, y, como quien extiende las faldas, la tomó en su regazo; así, poco a poco, muy mansamente la llevó por aquel valle abajo y la puso en un prado muy verde y hermoso de flores y hierbas, donde la dejó que parecía que no le había tocado”. [*: En el español de la época, “mezquino” o “mezquina” significaba “desdichado” o “desdichada”. N. del A.].

 

 

Más adelante proseguiremos con la novela de Eros y Psique, inserta dentro de la novela Las metamorfosis o El Asno de Oro. Por ahora vayamos tan solo al comentario autorizado de Lisardo Rubio Fernández a la edición que de esta obra inmortal hizo la Editorial Gredos, de Madrid. España (la misma que posibilitó el monumental Diccionario de uso del español de doña María Moliner). Se trata, pues, de la introducción al libro de Apuleyo (1983, Traducción del latín al español de Diego López de Cortegana (Sevilla, 1513). Escribe Rubio Fernández:

“Entre las aventuras novelescas narradas en Las Metamorfosis destaca por su extensión (Libros IV 28 – V I 24), por su estilo, por su altura moral, por su fantasía tan deliciosa como irreal, ese prototipo de los cuentos de hadas que es la fábula de Psique y Cupido. Sin duda remonta a las tradiciones primitivas de Grecia, como lo dan a entender tantos monumentos del arte antiguo. Resulta misterioso que no la haya hecho suya ningún poeta conocido. ¿Cómo ese cantor armonioso de los amores del Olimpo que es Ovidio no dedicó unos versos a los amores del Amor en persona? Psique permanece misteriosamente muda durante siglos en sus representaciones iconográficas: camafeos, medallones, terracotas, sarcófagos (paganos y cristianos), pinturas; sólo en las postrimerías del paganismo, ya en plena expansión cristiana, se le ocurre al africano Apuleyo, y sólo a él, transmitirnos la mítica alegoría. Ello sería motivo suficiente para incluir Las Metamorfosis entre los libros más preciosos del mundo clásico. Son legión los artistas, poetas y filósofos que posteriormente se han inspirado en la fábula de Psique; pero, siempre que a través de los siglos se ha intentado descubrir el valor simbólico del mito -suponiendo que la fábula arrope alguna idea trascendente-, siempre ha salido una interpretación personal, adecuada a la mentalidad del comentarista. Tal vez radique ahí la gran virtud de la inmortal historia, en su adaptación a todos los gustos. Ya a finales del siglo V, Fulgencio, el obispo africano, da la primera interpretación cristiana del cuento: la ciudad en que se desarrolla la fábula es el mundo; el rey y la reina de la ciudad son Dios y la carne; sus tres hijas son la carne, la libertad y el alma; etc. Y cómo no recordar aquí a nuestro gran Calderón? Para el poeta de los autos sacramentales, en “la alegoría de Psiquis y Cupido”, Cupido o «Dios de amor» es Cristo; Psiquis es el alma fiel que aspira incesantemente hacia él; el himeneo de los dos amantes es la unión mística del hombre con Dios en la Eucaristía. En el sentir filosófico, la interpretación menos extraña (y más en consonancia con el filósofo platónico de Madaura) ve en Psique la personificación del alma que, atormentada y desgraciada en ausencia del místico esposo, logra la suprema perfección de su ser y alcanza la plenitud de su felicidad en la unión del amor”.

 

 

Dejemos a Psique, que habrá de ser personaje protagónico en el historial mítico de la Psicología, y volvamos con la primera psicóloga de España, que ha arribado a las heladas calles de Bogotá.

Cuando Mercedes Rodrigo llega a Colombia (2 de agosto de 1939), la atmósfera política no puede ser más tensa. El país está gobernado por el partido liberal, pues el partido conservador se ha abstenido de participar en las elecciones de 1938 así como tampoco lo ha hecho en las de 1934. En 1936, cuando estalla la Guerra Civil Española, Laureano Gómez, jefe máximo del partido conservador, ha fundado el periódico El Siglo. Su antipatía contra los Estados Unidos es tan evidente, como habrá de serlo su simpatía hacia la dictadura de Franco, el triunfador de la guerra en España, a quien se le percibe como el restaurador del orden y el salvador de la Iglesia Católica, puestos ambos en peligro inminente por el caos y la violencia que, bajo la República, se habían apoderado -según él y sus seguidores- del suelo español. Gómez es ya un consagrado orador político, cuya elocuencia ha logrado derribar al gobierno -curiosamente conservador- de don Marco Fidel Suárez, paradigma de superación personal, a quien paradójicamente defenderá un joven y casi desconocido líder del partido contrario, el liberal de nombre Jorge Eliécer Gaitán. Este escribe una pieza defensiva a favor de Suárez, pero ningún medio se la publica, hasta que finalmente la lee el poeta Ismael Enrique Arciniegas, director del periódico conservador El Nuevo Tiempo, y este sí lo hace. Su otro defensor será un brillante orador bumangués, también conservador, que se llama José Camacho Carreño.

La Universidad Nacional, por su parte, enfrenta un serio problema, que debe resolver pronto y de la manera más satisfactoria posible. Ese problema surge a partir del hecho evidente de que la cantidad de aspirantes a ingresar a su carrera de Medicina sobrepasa con creces el limitado número de cupos y, de paso, se percibe que un número considerable de estudiantes resultan fracasando porque no muestran aptitudes ni vocación para la carrera que escogieron y a la cual fueron admitidos.

Esta necesidad y el enfoque neutral que se le pretende brindar a su solución, conduce a que se contemple la viabilidad de la aplicación de unas pruebas que permitan seleccionar con criterios científicos a los aspirantes que serán recibidos por la Universidad.

Se les dará cabida, entonces, a los tests especializados que preparará Mercedes Rodrigo, y, por ese camino, muy pronto se le dará inicio a la Sección de Psicotécnica en el Laboratorio de Fisiología de la Facultad de Medicina. Posteriormente se extenderá este novedoso servicio a otras carreras que ofrece el alma mater como Derecho e Ingeniería, e incluso el mismo se proyectará a otras instituciones diferentes de la Universidad, como la propia Policía Nacional.

La psicología en Colombia nacerá, pues, ligada por un cordón umbilical a la Medicina. Pero su origen estará ligado, de manera particular, y al igual que -como se ha visto- ha ocurrido en España, a la Psiquiatría.

No obstante, las cosas no serán color de rosa. Ni aquí, ni en ninguna parte.

Y es que ese mismo mes, el mismo mes en que Mercedes Rodrigo llega a la gélida Bogotá, concretamente el día 23 de agosto de 1939, los nazis alemanes pactan en secreto con los comunistas rusos la repartición de Polonia. La delegación enviada por Hitler arriba a Moscú donde es recibida en el aeropuerto con honores militares y calle de honor. Luego de los  apretones de manos, las quitadas de sombrero y las sonrisas de bienvenida, nazis y comunistas firman el Pacto Ribbentrop – Mólotov. Por los nazis alemanes firma Joachim von Ribbentrop, Ministro de Relaciones Exteriores de Alemania; por los comunistas rusos firma Viacheslav Mólotov, Ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética. A continuación vendrán  las fotos para el recuerdo, los brindis, las sonrisas y los abrazos.

Pero apenas cuando despunta el mes siguiente, que es como decir al mes siguiente de haber llegado Mercedes Rodrigo a Bogotá, esto es, el 1 de setiembre de 1939, los nazis alemanes rompen el pacto secreto que han suscrito con José Stalin acerca de Polonia y la invaden. Con la invasión a la desdichada Polonia, Hitler pretende dar un golpe de mano, pues no quiere repartirse el ponqué del poder con los comunistas rusos, tal y como lo convino. Estalla, entonces, la Segunda Guerra Mundial. En otras palabras, la Segunda Guerra Mundial estalla el mismo año en que acaba de terminar la Guerra Civil Española.

 



<a

 

La Segunda Guerra Mundial no será indiferente para Colombia; por el contrario, Colombia participará en el espantoso conflicto del lado de los aliados y la guerra se librará también en territorio colombiano. Es así como el domingo 7 de diciembre de 1941, Japón (componente del Eje) bombardea la base naval norteamericana de Pearl Harbor en Hawaii. Al día siguiente, lunes 8 de diciembre de 1941, Estados Unidos le declara la guerra al Japón. Alemania e Italia, aliados de Japón, le declaran la guerra a Estados Unidos. El 18 de diciembre siguiente, Colombia rompe relaciones diplomáticas con Alemania, Italia y Japón, vale decir, con las potencias del Eje.

Estados Unidos teme que el estratégico Canal de Panamá caiga en poder de los nazis. Por eso, la vigilancia de las aguas circundantes le resulta de capital importancia. La presencia alemana en esas aguas no es, desde luego, nada exótico. La mayor dificultad para los nazis es el aprovisionamiento de combustible. Los colombianos isleños de San Andrés y Providencia les son hostiles. El 23 de junio de 1942, un submarino alemán, del que después vendrá a saberse que se trata del U-172, ametralla a los ocupantes de la embarcación colombiana Resolute, que navega en aguas colombianas entre Cartagena y la Isla de San Andrés, y hunde la nave en un punto situado a los 13 grados 15 minutos de latitud norte y 80 grados 30 minutos de longitud oeste. Mueren seis colombianos, entre ellos un niño de año y medio de edad identificado como Alberto Steele. La madre del niño, Lucy Steele, había levantado a su pequeño hijo en los brazos con el fin de que los tripulantes del submarino alemán lo vieran, pero ambos -madre e hijo- fueron ametrallados. Tomás Steele, esposo de Lucy y padre de Alberto, trató de ayudar a su familia, pero también murió ametrallado. El submarino abrió fuego en los precisos momentos en que, por orden del capitán, y debido a que el sumergible acababa de emerger a unos treinta metros de la nave colombiana, en el mástil de esta se estaba izando la bandera de Colombia. Los dos tripulantes que izaban la bandera también fueron alcanzados por los disparos.

El 22 de julio siguiente, otro submarino nazi, que habrá de ser identificado como el U-505, hunde la embarcación colombiana Roamar también en aguas territoriales colombianas, específicamente en un punto ubicado a los 12 grados 24 minutos de latitud norte y 81 grados 28 minutos de longitud oeste. No hay sobrevivientes.

El 17 de noviembre de 1943, otro submarino alemán, que será identificado como el U- 516, hunde la nave colombiana Ruby con disparos de cañón y ráfagas de ametralladora. Mueren cuatro colombianos.

El 27 del mismo mes, esto es, el 27 de noviembre de 1943, Colombia le declara la guerra a Alemania. (BUSHNELL, David. Colombia y la causa de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Revista Credencial. Credencial Historia No. 67, Bogotá, 1 de julio de 1995. Banco de la República. Biblioteca Luis Ángel Arango. Bogotá. Colombia ante la guerra mundial. El Tiempo. Bogotá, 21 de junio de 2010. Colombia en la guerra. Semana, 6 de octubre de 1985. Colombia en la Segunda Guerra Mundial. wikipedia. GALVIS, Silvia. DONADIO, Alberto. Colombia nazi. Editorial Planeta. Bogotá. 1986, p.p. 216 y s.s. Unas fuentes dicen que las naves hundidas eran “buques”; otras aseguran que eran “goletas”).

Además de la declaratoria del “estado de beligerancia” -como se le llamó exactamente-, mediante el decreto 2643 de 1943 el gobierno de Colombia prohibe en el país el uso público del idioma alemán. Además, dispone la confiscación de los bienes de los ciudadanos alemanes, italianos y japoneses residentes en Colombia, y ordena que todos sean concentrados en el Hotel Sabaneta, de Fusagasugá. El lugar es señalado -impropiamente según la comunidad judía- como un “campo de concentración nazi en Colombia”.

Sobre la medianoche del miércoles 29 de marzo de 1944, el capitán de corbeta Aureliano Castro, comandante de la Base Naval de Cartagena, es despertado por el oficial de guardia. Un mensaje urgente, enviado desde el destructor ARC Caldas, empieza diciendo: “Acabamos de hundir un submarino“. Firma el mensaje el capitán de corbeta Federico Díaz Diago, payanés, 37 años de edad, comandante del destructor.

Se trata, en efecto, de un submarino alemán, que habrá de ser identificado después como el U-154, comandado por un teniente de fragata de apellido Kush.

Lo que se sabe entonces es que la nave colombiana regresaba a su base en Cartagena, desde Colón, Panamá cuando, de pronto, el vigía gritó: “¡Periscopio a babor!”. El submarino nazi navegaba sobre la superficie y al detectar la presencia del destructor colombiano, empezó de inmediato a sumergirse. Mientras la nave nazi se sumergía, el ARC Caldas le hizo dos descargas con sus baterías de 105 mm. que, de acuerdo con el informe oficial, ocasionaron su total destrozo, después de lo cual el destructor arrojó cargas de profundidad hasta cuando una mancha de aceite apareció en la superficie del mar, como señal evidente e incontrovertible de que el submarino había sido hundido.

La búsqueda de los restos del sumergible resultó infructuosa. (El Tiempo, viernes 31 de marzo de 1944, primera página).

 

 

Mientras todo esto ocurre, mientras los poderosos se pelean a dentelladas por la repartición del mundo y se siembra por doquier muerte, sangre, odio, violencia y resentimiento, Mercedes Rodrigo dicta sus cursos de Psicología en la Universidad Nacional.

Su tarea allí no ha sido fácil. Desde que llegó, con su carga de conocimientos y sus tests, la crítica, la desconfianza o la oposición abierta no se hicieron esperar, tal y como lo registra el psicólogo brasileño Bruno Jaraba:

“Lo que se encuentra al examinar con criterio histórico, recurriendo a fuentes de archivo y empleando modelos de análisis sociocultural teóricamente fundados, es que (..) las actividades de Mercedes Rodrigo en Colombia estuvieron siempre rodeadas por una intensa polémica, tanto interna a la Universidad, como de la opinión pública en general, pues la restricción al ingreso a la principal institución de educación superior en el país tocaba demasiados intereses de muy diversos sectores sociales, desde los bachilleres y sus padres hasta el propio Ministerio de Educación, que con esta medida se veía desplazado en sus funciones por la Universidad. No resultaba menos polémico el uso, para tan delicados propósitos, de un saber y unas técnicas cuya validez y eficacia jamás habían sido probadas en este contexto, como lo dejaría claro un integrante del Consejo Directivo de la Universidad, quien en una de las tantas discusiones a propósito, registrada el 13 de noviembre de 1939, afirmaba:
“…sobre esta cuestión tan importante del examen de aptitud profesional hay muchas dudas sobre el valor científico de tales pruebas; considera que ellas son verídicas cuando se trata de exámenes fisiológicos para determinados oficios, pero que en las profesiones liberales se observa que tales exámenes sólo son acertados para quienes ya tienen la formación profesional; no es lo mismo el examen de aptitud que el de orientación; este examen se prestaría a injusticias. Sería muy grave que la Universidad hiciera la selección de ingreso basada en un experimento. Además, las ideas democráticas llevan a rechazar la limitación [al ingreso a la Universidad]” (Archivo Histórico Universidad Nacional: Serie Actas del Consejo Directivo, 1939. Acta 72, num. VIII)” (JARABA, Bruno. El Día del Psicólogo (sic), o la historia como caja negra. Noviembre 20 de 2013. En: ripehp.com).

_________

 

La Sección de Psicotecnia, siempre a cargo de Mercedes Rodrigo, además de un servicio de psiquiatría ha implementado un servicio de psicología. Esta bifurcación significa la asignación del área psiquiátrica a otro profesional distinto, médico psiquiatra obviamente, mientras que al frente de la consulta psicológica queda asignada Mercedes Rodrigo.

“A esta consulta acudieron estudiantes con dificultades de adaptación al medio universitario, con problemas familiares, sociales y desorientación profesional” (Roncancio, 1952).

A finales de 1947, concretamente en noviembre, la Sección de Psicotecnia se convierte en el nuevo Instituto de Psicología Aplicada de la Universidad Nacional. Mercedes Rodrigo será su directora.

La situación política en Colombia es, sin embargo, cada vez más turbulenta. Ahora es el partido conservador el que está en el poder. El partido liberal denuncia, de manera sistemática, que ya es insoportable la violencia en su contra y el 7 de febrero de 1948, luego de una impresionante Marcha del Silencio, el doctor Jorge Eliécer Gaitán pronuncia, ante una multitud sin precedentes en la historia colombiana, un discurso propio de su elocuencia que es denominado Oración por la paz.

 

 

“Señor Presidente Mariano Ospina Pérez:

Bajo el peso de una honda emoción me dirijo a vuestra Excelencia, interpretando el querer y la voluntad de esta inmensa multitud que esconde su ardiente corazón, lacerado por tanta injusticia, bajo un silencio clamoroso, para pedir que haya paz y piedad para la patria.

En todo el día de hoy, Excelentísimo señor, la capital de Colombia ha presenciado un espectáculo que no tiene precedentes en su historia. Gentes que vinieron de todo el país, de todas las latitudes —de los llanos ardientes y de las frías altiplanicies— han llegado a congregarse en esta plaza, cuna de nuestras libertades, para expresar la irrevocable decisión de defender sus derechos. Dos horas hace que la inmensa multitud desemboca en esta plaza y no se ha escuchado sin embargo un solo grito, porque en el fondo de los corazones sólo se escucha el golpe de la emoción. Durante las grandes tempestades la fuerza subterránea es mucho más poderosa, y esta tiene el poder de imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen.

Señor Presidente: Aquí no se oyen aplausos: ¡Solo se ven banderas negras que se agitan!

Señor Presidente: Vos que sois un hombre de universidad debéis comprender de lo que es capaz la disciplina de un partido, que logra contrariar las leyes de la psicología colectiva para recatar la emoción en su silencio, como el de esta inmensa muchedumbre. Bien comprendéis que un partido que logra esto, muy fácilmente podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa.

Ninguna colectividad en el mundo ha dado una demostración superior a la presente. Pero si esta manifestación sucede, es porque hay algo grave, y no por triviales razones. Hay un partido de orden capaz de realizar este acto para evitar que la sangre siga derramándose y para que las leyes se cumplan, porque ellas son la expresión de la conciencia general. No me he engañado cuando he dicho que creo en la conciencia del pueblo, porque ese concepto ha sido ratificado ampliamente en esta demostración, donde los vítores y los aplausos desaparecen para que solo se escuche el rumor emocionado de los millares de banderas negras, que aquí se han traído para recordar a nuestros hombres villanamente asesinados.

Señor Presidente: Serenamente, tranquilamente, con la emoción que atraviesa el espíritu de los ciudadanos que llenan esta plaza, os pedimos que ejerzáis vuestro mandato, el mismo que os ha dado el pueblo, para devolver al país la tranquilidad pública. ¡Todo depende ahora de vos! Quienes anegan en sangre el territorio de la patria, cesarían en su ciega perfidia. Esos espíritus de mala intención callarían al simple imperio de vuestra voluntad.

Amamos hondamente a esta nación y no queremos que nuestra barca victoriosa tenga que navegar sobre ríos de sangre hacia el puerto de su destino inexorable.

Señor Presidente: En esta ocasión no os reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no transite por caminos que nos avergüencen ante propios y extraños. ¡Os pedimos hechos de paz y de civilización!

Nosotros, señor Presidente, no somos cobardes. Somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. ¡Somos capaces de sacrificar nuestras vidas para salvar la paz y la libertad de Colombia!

Impedid, Señor, la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que es lo que puede pedir un pueblo. En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso de Colombia.

Señor Presidente: Nuestra bandera está enlutada y esta silenciosa muchedumbre y este grito mudo de nuestros corazones solo os reclama: ¡que nos tratéis a nosotros, a nuestras madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a nuestros bienes, como queráis que os traten a vos, a vuestra madre, a vuestra esposa, a vuestros hijos y a vuestros bienes!

Os decimos finalmente, Excelentísimo señor: bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio.

¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!”.

En la madrugada del 9 de abril de ese mismo año -1948- Gaitán, que es un prestigioso penalista formado en Italia bajo el alero del padre de la Escuela Positiva Enrico Ferri, culmina su brillante defensa del teniente Cortés, un joven militar que mató al director de un periódico de Caldas, discurso forense en el que replantea la noción vigente hasta entonces de la legítima defensa del honor. El teniente Cortés es absuelto por el jurado. Gaitán regresa a su casa, pero al mediodía ya está en su oficina donde sus amigos Pedro Eliseo Cruz, Alejandro Vallejo, Jorge Padilla y Plinio Mendoza Neira llegan a visitarlo, platican con él sobre su exitosa defensa del joven oficial y luego se retiran del bufete para irse a almorzar. En los momentos en que se disponen a abandonar el edificio Nieto, donde el penalista y político tiene su oficina profesional, un sujeto que espera en el andén sorprende al abogado apuntándole con un revólver; Gaitán trata de regresarse hacia el interior de la edificación, pero el individuo le dispara varias veces. El orador cae herido al piso, de donde es recogido en medio de la agitación y el desconcierto para ser conducido de urgencia a un centro asistencial. Entre tanto el criminal se refugia en la droguería Granada donde los empleados bajan la reja, pero el gentío que ya se ha formado, en cuestión de segundos, presa de la ira, comienza a arrancarla, ante lo cual no les queda más opción a los dependientes de la farmacia que abrirla. A pesar de que el hombre es aprehendido por la policía, la multitud enardecida se lleva al sujeto, lo golpea, lo arrastra y lo lincha.

Gaitán muere en la clínica. Tan pronto se comunica la noticia de su fallecimiento, Mercedes Rodrigo, que ha huido de su patria en medio de la violencia, sabrá, entonces, que el país a donde ha llegado no es propiamente pacífico: el Bogotá donde ahora trabaja va a ser escenario también de una violencia generalizada que sacudirá sus cimientos como un terremoto social. Mercedes Rodrigo vivirá, ese 9 de abril de 1948, El Bogotazo. Las fotografías de Sady González, Manuel H., Luis Alberto Gaitán (Lunga), y Leo Matiz (quien resultó herido cuando tomaba imágenes del terrible levantamiento popular) hablan por sí solas (Fuentes: Biblioteca Luis Ángel Arango. Banco de la República.  El Tiempo. El Espectador). También son elocuentes por sí solas las primeras páginas de los diarios El Colombiano, de Medellín, y Vanguardia Liberal, de Bucaramanga, para poner en evidencia con qué objetividad se dio la terrible noticia:

 




????????????????????????????????????

 

Empero, más allá de toda esta terrible oleada de violencia, en medio de tanto luto, de tanta sangre, de tanto dolor, de tanta muerte y de tanta desesperanza, apenas tres meses después de aquella espantosa hecatombe colombiana, en aquel mismo 1948 de espeluzno y en ese mismo Bogotá despedazado que apenas trata de reconstruirse, cuando ya ha empezado en el país a donde llegó huyendo de una guerra fratricida otra guerra no menos fratricida, ya no de españoles contra españoles, sino de colombianos contra colombianos, comenzará a funcionar -bajo la dirección de Mercedes Rodrigo, por supuesto, y cual si fuese una frágil flor tratando de levantarse entre un inmenso pantano de odio- la primera institución universitaria que formará en Colombia psicólogos profesionales.

Mercedes Rodrigo, sin embargo, no alcanzará a recoger los frutos de lo que sembró; no será ella la que entregue los primeros once diplomas; no pronunciará discurso alguno, ni escuchará los ajenos; no estará siquiera presente en aquella primera ceremonia de graduación.

[CONTINUARÁ]

__________

 

ILUSTRACIONES: (1) Mercedes Rodrigo. Ilustración de Pedro Jesús Vargas Cordero.

(2) Bogotá, por la época de Mercedes Rodrigo.

(3) Estatua de San Agustín de Hipona. Jean-Marie Bonnassieux (1810 – 1892). Iglesia de San Agustín. París.

(4) Isis, diosa egipcia.

(5) Asno con manzanas. Dan Bodelson.

(6) Desnudo reflejado en agua. William-Adolphe Bouguereau (1825 – 1905).

(7) Bogotá, por la época de Mercedes Rodrigo.

(8) Pacto Ribbentrop – Mólotov celebrado entre nazis y comunistas (Moscú, 1939). La delegación de Hitler es recibida en Moscú con honores militares y calle de honor.

(9) Pacto Ribbentrop – Mólotov celebrado entre nazis y comunistas (Moscú, 1939). Viacheslav Mólotov, Ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética, saluda a Joachim von Ribbentrop, Primer Ministro de Alemania, quitándose el sombrero.

(10) Pacto Ribbentrop – Mólotov celebrado entre nazis y comunistas (Moscú, 1939). Ribbentrop firma el acuerdo. Atrás, Stalin y Mólotov.

(11) Pacto Ribbentrop – Mólotov celebrado entre nazis y comunistas (Moscú, 1939). Mólotov firma el acuerdo. Atrás, sonrientes, Ribbentrop y Stalin.

(12) Pacto Ribbentrop – Mólotov celebrado entre nazis y comunistas (Moscú, 1939). Ribbentrop, Stalin y Mólotov.

(13) Pacto Ribbentrop – Mólotov celebrado entre nazis y comunistas (Moscú, 1939). Ribbentrop, Stalin, Mólotov y otro personaje sosteniendo el documento.

(14) Pacto Ribbentrop – Mólotov celebrado entre nazis y comunistas (Moscú, 1939). Stalin y Ribbentrop se dan la mano.

(15) Pacto Ribbentrop – Mólotov celebrado entre nazis y comunistas (Moscú, 1939). Nazis y comunistas brindando.

(16) Pacto Ribbentrop – Mólotov celebrado entre nazis y comunistas (Moscú, 1939). Ribbentrop, Stalin y Mólotov sonriendo.

(17) Pacto Ribbentrop – Mólotov celebrado entre nazis y comunistas (Moscú, 1939). Hitler y Ribbentrop riendo durante el acto por medio del cual la delegación nazi le informa los pormenores de la celebración del pacto secreto.

(18) Pacto Ribbentrop – Mólotov celebrado entre nazis y comunistas (Moscú, 1939). Caricatura de la época.

(19) Segunda Guerra Mundial. El diario El Siglo, de Bogotá, informando el rompimiento de relaciones de Colombia con Japón.

(20) Segunda Guerra Mundial. El diario El Espectador, de Bogotá, informando el relevo del comandante del “campo de concentración” de nazis en Fusagasugá por, al parecer, haber permitido un desfile nazi y que uno de los concentrados pronunciara un sermón.

(21) Segunda Guerra Mundial. El diario El Tiempo, de Bogotá, informando el hundimiento de un submarino nazi por el destructor de la Armada Nacional ARC Caldas en aguas colombianas.

(22) Destructor ARC Caldas de la Armada Nacional de Colombia, la nave colombiana que atacó al submarino nazi.

(23) Gaitán. Oración por la paz. Plaza de Bolívar. Bogotá. 7 de febrero de 1948.

(24) Así informó El Tiempo, de Bogotá, el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.

(25) Imagen de El Bogotazo.

(26) Imagen de El Bogotazo.

(27) Imagen de El Bogotazo.

(28) Imagen de El Bogotazo.

(29) Imagen de El Bogotazo.

(30) Imagen de El Bogotazo.

(31) Imagen de El Bogotazo.

(32) Imagen de El Bogotazo.

(33) Imagen de El Bogotazo.

(34) Imagen de El Bogotazo.

(35) Imagen de El Bogotazo.

(36) Imagen de El Bogotazo.

(37) Imagen de El Bogotazo.

(38) Así informó El Colombiano, de Medellín, el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.

(39) Así informó Vanguardia Liberal, de Bucaramanga, el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.

(40) Imagen de El Bogotazo.

(41) Imagen de El Bogotazo. Pila de cadáveres en el piso, frente a las bóvedas del cementerio de Bogotá.

¡Gracias por compartirla!
Esta entrada fue publicada en Periodismo, Psicología. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *