FRENTE A LA PUERTA DE URGENCIAS // Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

NOTA DEL DIRECTOR: A raíz de que lo sucedido con mi mamá —y que motivó el que se escribiera la entrada originalmente publicada— fue aclarado y todo parece indicar que hubo un malentendido; y, además, por sugerencia de personas a quienes jamás les diríamos que no, con mucho gusto se decidió eliminarla.

Sin embargo, como de todos modos el tema de fondo subsiste, —y tal y como lo advertimos cuando anunciamos la eliminación de la entrada original—, hemos decidido reemplazarla por otra que lo aborde en forma más general y refiriéndose a una problemática que, en todo caso, sigue presentándose en nuestra tierra.

Aprovechamos la ocasión para expresarles a las amigas y a los amigos que nos manifestaron su solidaridad frente a los quebrantos de salud de nuestra madre nuestra gratitud imperecedera.

Un abrazo.

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FRENTE A LA PUERTA DE URGENCIAS.

Por Óscar Humberto Gómez Gómez.
OSCAR HUMBERTO GOMEZYo me pregunto si el celador de la puerta o el personaje que en la ventanilla exige el carné de la EPS y empieza a preguntar los datos personales del paciente que acaba de arribar a la clínica y los va copiando, con notoria falta de idoneidad para la digitación, al tiempo que interrumpe de vez en cuando para atender el teléfono, han escuchado alguna vez en la vida qué significa, pongamos por caso, una Reacción Anafiláctica Generalizada.

Tengo la certeza de que no.

Y por eso es hora de que el Ministerio de Salud, ya que se zafó de su obligación de responder ante la Jurisdicción Contenciosa Administrativa por la muerte de pacientes desatendidos en los hospitales públicos gracias a que el Congreso le botó el salvavidas diciendo en la ley que solo tiene funciones de adopción y regulación de las políticas públicas y no la prestación directa de los servicios, al menos cumpla con ese deber.

Y que lo cumpla, no solo en los hospitales públicos: también en las clínicas privadas.

Para empezar, el Minsalud debería expedir circulares administrativas dirigidas a todos los centros asistenciales de Colombia, públicos y privados, con la advertencia de que el primer contacto del paciente que llega en busca de auxilio a un Servicio de Urgencias no podrá ser con un celador, ni con un ignorante en cuestiones médicas, sino con un médico (o médica) o con un enfermero-jefe (o enfermera-jefe), vale decir, con un (a) profesional de la salud, que por su formación universitaria tenga perfectamente claro que a una persona a quien —para hablar del ejemplo— le acaba de picar una abeja, si es alérgica, se le puede desencadenar una secuencia de peligrosas reacciones respiratorias y de otro orden que en minutos la llevará a la muerte si no se le aplica de inmediato lo que requiere para contrarrestarlas.

Este es solo uno de los aspectos en los que se aprecia que en los servicios de urgencia no hay presencia alguna del Estado y que ya no interesa en absoluto lo grave y urgente que sea el cuadro clínico del paciente, porque como le oímos decir en uno de esos servicios al personaje a cargo de la recepción “aquí todas son urgencias“.

Pero, además, pareciera haberse consolidado el monopolio y dominio absoluto de las EPS, incluso sobre el personal científico de los centros asistenciales.

En efecto, a quien desde la calle intenta entrar al servicio de Urgencias, a través de la consabida y hostil puerta siempre cerrada, la pregunta —seca, por no decir tosca— que le hace el celador (o la celadora) es la de que “¿Usted va a entrar por cuenta de qué EPS?”, y se le exige la exhibición del correspondiente carné.

Pero, acaso, ¿si una persona es llevada a un servicio de Urgencias, y no pertenece a ninguna EPS, no se le atiende?

El negarle a una persona la atención de urgencia que requiere es sancionado por la Superintendencia de Salud con multas millonarias. Recordamos el caso sucedido hace unos años cuando fue multada con más de cincuenta millones de pesos la hoy desaparecida Clínica Sotomayor —que se hallaba ubicada en la calle 42 con carrera 28— por haberse negado a auxiliar una urgencia con el argumento de que era una clínica exclusivamente dedicada a la Medicina Estética.

Todo el mundo se queja de las EPS, pero ahora tampoco se quiere aceptar que la persona ingrese asumiendo ella misma —o asumiendo sus seres queridos— el costo de la atención.

Y en cuanto a las personas que llegan a un servicio de Urgencias y no pertenecen a ninguna EPS, o no llevan el carné que lo acredite, ni tampoco llevan dinero, también es obligatorio atenderlas, pues para eso existe el FOSYGA, que deberá asumir el costo de su atención.

El paciente que se desangra, o que ha comenzado a padecer una Reacción Anafiláctica Generalizada, o que está infartado, no tiene nada que ver en la relación económica entre la clínica y el FOSYGA.

Se habla de que en los servicios de Urgencias existe el TRIAGE y que esa evaluación preliminar permite definir si el caso es una urgencia o no.

Eso está bien y apunta en la misma dirección a la que aquí hemos hecho referencia.

Pero lo que se requiere es que esa valoración cumpla con el principio de oportunidad. Principio que en determinados casos —por el peligro inminente en que el paciente se encuentra— se convierte en el de INMEDIATEZ.

Pero no. Uno lo que observa es que a pacientes en pésimas condiciones se les empieza a preguntar por su estado civil, su fecha exacta de nacimiento y cuál es su ocupación laboral, y mientras tanto avanza el cuadro clínico que en minutos lo llevará a la muerte.

El TRIAGE debe ser antes que la llenada de cualquier formato administrativo.

¡Gracias por compartirla!
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