Guerra del agua apenas comienza. Por Rafael Serrano Prada

 

Hay que cambiar los hábitos de consumo de agua en los sanitarios, en las lavanderías, en las plantas de lixiviados de las empresas mineras. Cuando se descarga la cisterna para atender problemas de limpieza doméstica se derrochan ocho litros de agua, que pueden ahorrarse colocando unos sistemas alternativos para recibir los líquidos del cuerpo humano que pasan por esos recipientes.
El mundo tendrá que adoptar unos protocolos internacionales sobre el uso del agua para evitar el desperdicio. En Francia, el agua que consumen los huéspedes de los hoteles y restaurantes está incluida en el costo de la factura que paga el usuario. Curiosamente, a un locutor santandereano que narraba una competencia deportiva le pidieron que se hiciera ver del médico, porque los europeos solamente se bañan una vez por semana. Para esos menesteres están las lociones, que los europeos las consumen a raudales.
A propósito de la crisis que se presenta en varias regiones de Santander por el intenso verano, agravada por los temores de fenómenos ambientales que disminuyen las lluvias, es necesario predicar desde nuestros medios de comunicación una enorme disciplina social en los consumos. La guerra del agua empieza a sentirse en territorios colombianos, como lo llanos orientales, donde la perforación de las capas tectónicas, en busca del petróleo, ha provocado la muerte de millones de especies naturales.
Hace varios años, cuando la población colombiana no pasaba de treinta millones de habitantes, se expidió el más moderno código de recursos naturales, elaborado por iniciativa del gobierno del ex presidente Misael Pastrana Borrero. El afán de perforar el subsuelo colombiano para la extracción de hidrocarburos, ha producido unos efectos desastrosos sobre el medio ambiente.
La discusión sobre este delicado asunto ha puesto a pensar a las compañías extranjeras que llegan al país, atraídas por la política de concesiones mineras, para contribuir de manera preventiva con la construcción de plantas de tratamiento del agua para usos industriales, como la que será inaugurada esta semana en el municipio de California, en la Cordillera de Santurbán.
Proteger el medio ambiente debe ser una religión, porque está implícita la supervivencia de los seres humanos, del mundo animal y de las especies vegetales, que son la fuente de la producción hídrica. El nuevo Congreso de la República, que se instala el veinte de julio, tendrá mucho que hacer para expedir las normas que protejan el eco-sistema.
Por ahora, existe una Policía Ambiental, que se ocupa de la protección de especies en vía de extinción, como los jaguares, los tigres y leones, pero no existen lugares para trasladar y garantizar la vida de estas especies. Seguramente en la nueva legislación se adoptará un régimen legal para el funcionamiento de las Corporaciones Ambientales, cuya fusión en los departamentos había sido propuesta hace cuatro años en la campaña del presidente Juan Manuel Santos.
La guerra del agua empieza a sentirse en Santander y ha dejado estragos en municipios como Galán, donde sus habitantes se opusieron a la construcción de la red de conducción para el acueducto de Barichara, colocando en riesgo una inversión de diez mil millones de pesos. En Onzaga las autoridades se niegan a conceder licencia para la construcción del acueducto regional del Río Chicamocha, que tiene cierre financiero.

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