Los “Supremos” tiranos. Por Manuel Enrique Rey.

He tenido la oportunidad de leer el libro titulado: Chávez “El Supremo” de José Mendoza Angulo, ex rector de la Universidad de los Andes de Venezuela, en momentos violentos en que debido a una pésima dirección del estado -populista, arrogante, y radical-, en corto tiempo, su actual presidente Nicolás Maduro, se ha encargado de destrozar la maltrecha democracia venezolana convirtiéndola en una férrea dictadura fascista.
Algunas de las múltiples apreciaciones del libro, que desde luego parecieran anacrónicas se refieren al comandante “Supremo”. Cobran actualidad con el presidente Maduro rotulado de revolucionario al igual que su antecesor, pero diferenciado por entender muy poco en qué consiste la izquierda democrática y menos gobernar para todos en la búsqueda de disminuir la desigualdad en sus coterráneos.
Ambos Chávez y Maduro, han reivindicado bajo cualquier pretexto las virtudes del socialismo, la carga que significa el capitalismo en las democracias y las contradicciones del estado burgués, revelando la “suprema” ignorancia y el “bajo” conocimiento, sobre la andadura que histórica y evolutivamente habrán de recorrer todos los pueblos del orbe en su paso feudalista hacia el capitalista y luego al socialista -si se quiere- pero de manera gradual, no impositiva y menos a la fuerza. Desde luego pasando obligatoriamente por el imprescindible estado socio-político de bienestar humano llamado despectivamente por algunos contradictores burguesía.
Precisamente, la fase de crisis que está sufriendo intempestiva y de manera violenta Venezuela que guarda relación con la concreción del ideario político socialista del siglo XXI, que a muchos molesta debido a la carencia o vaciedad ideológica en manos de la cúpula militarizada en el poder, por acortamiento y destrozo lógico del proceso evolutivo político considerado el responsable de lastimar los derechos ciudadanos de quienes piensan diferente, es lo que hace que sobre el cadáver de las estructuras políticas partidistas tradicionales y las instituciones democráticas que día a día pareciera tienden más hacia una orfandad programática, que encuentren refugio los sentimientos y las pasiones.
Ser “Supremo” y más cuando en la cúpula del liderazgo en las naciones se habla de un “Comandante”, como llaman a Maduro los de la casta “mantenida”, el palabrerío radical de extrema se posibilita por coquetear en los predios de una rampante dictadura. Y lo es, porque desde el ejecutivo bolivariano se imponen los dictados y la voluntad del jefe de estado sin ningún tipo de control; porque no existe división de poderes; porque desde el poder ejecutivo se establece mando alternativo paralelo en alcaldías y gobernaciones no oficialistas; porque hay restricciones económicas y burocráticas en sectores opositores; porque el estado no rinde cuenta de su gestión; porque lo legislativo lo dictamina por ley habilitante el presidente; por lucir atuendos y consignas contra la oligarquía y el imperio.
Muchos síntomas de la enfermedad venezolana podrían contagiar a Colombia. Para evitar el contagio, las huellas de las pisadas del “Supremo” deberán rastrearse. También consignas como las del voto en blanco, que en las próximas elecciones los radicales impulsarán como receta para curar el descontento… que siempre existirá.

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